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De visita a la capital vegana del mundo

El invierno y la primavera me han tenido bien ocupada en proyectos que demandan de mucho trabajo y atención, proyectos de proceso lento que requieren de mucho mimo. De algunos aún no os he hablado, todo llegará. De otros sí, entre ellos, mi próximo libro con Ediciones Urano, que se publicará para principios de otoño de este año 2017 —aún no hay fecha exacta de salida; pero no os preocupéis porque os avisaré en cuanto lo sepa— . Como en mi primer libro, no sólo he escrito el texto, desarrollado y elaborado las recetas, hecho el styling de las fotos, la fotografía y también  las ilustraciones. Así que con sólo esto ya me podéis imaginar como mujer orquesta entre la cocina y el estudio. ¡Qué intenso trabajo! Pero también qué gratificante. En estos momentos, el libro está en manos de Twice Design, el mismo estudio que maquetó mi primer libro Raw Food Anti-aging; y os cuento que ya he visto las primeras páginas y está quedando precioso.

Como imaginaréis, con todo este trabajo, ya estaba empezando a notar que por fin tocaba hacer un pausa. Qué suerte que haya coincidido con las vacaciones de verano, así he podido desconectar y respirar aires nuevos durante unos días. Y de de eso os vengo a hablar, de mi corta pero feliz desconexión: mi estancia en Bélgica.

La verdad es que empiezo a tomarle el gusto a irme a climas más fríos en agosto, el calor en Barcelona puede ser excesivo en este mes. Subir un poquito en la geografía ya te pide una manga larga fina como mínimo, y la luz y el tiempo son fantásticos por estas fechas, como el inicio de primavera en el mediterráneo.

En Bélgica ya había estado antes, en la bella Amberes y la cosmopolita Bruselas; así que ya sabía que estos días iban a ser fenomenales, adoro estas tierras y su cultura. Más aún cuando uno de mis puntos de destino, la industriosa Gante, se ha ganado recientemente el título de la capital vegana de Europa con sus innumerables negocios dedicados al consumo y venta de vegetales bio, y su jueves vegano, el día en el que todos los negocios que ofrecen comida al público deben tener como mínimo una opción vegana; en la ciudad se respira una consciencia sobre la sostenibilidad y el respeto al medioambiente admirable. Obvio que no es todo un panorama ideal de verdes y gentes responsables, también abundan los negocios que promueven la alimentación nada saludable ni sostenible —chocolates, bombones, pralinés seguramente deliciosos y finísimos preparados con los ingredientes menos recomendables y refinados; las frituras son el fast food tradicional; lácteos en abundancia, etc.; y, entre otras chucherías procesadas, panes dulces, panqueques, mazapanes, nougats, cuberdons o waffles, de estos últimos, los ganteses fueron los inventores—.

Sin embargo, es cierto que hacen honor al título que ostentan; y como el belga en su belgitud es de carácter perfeccionista y meticuloso —y muy fino—, de capital europea vegana han pasado a autootorgarse el título de la capital mundial del veganismo. ¿Habría que hacer un estudio para ver si tienen razón? Puede ser, pero si no lo son, seguro que se quedan muy cerca.

Como visitante reincidente y fugaz, te contaré mi experiencia de unos pocos días y los sitios que me llamaron la atención, algunos de los lugares adonde fui; no te preocupes, no te voy a explicar aquí las maravillas de su urbanismo y su arquitectura tradicional y contemporánea, o el amor que profeso por la luz y la simbología de las pinturas de los maestros primitivos flamencos —¡visita obligada a los museos y las iglesias!—. Lo podemos dejar para otro día, ¡ja! Mientras tanto, ¿qué me dices? ¿Te vienes de viaje conmigo?

La primera cosa a tener en cuenta para alguien que viene de la Europa del sur es organizarse de manera práctica las comidas: hay que acostumbrarse a los horarios belgas, se empieza a comer a las 12h y a las 14h ya están casi todas las cocinas —y mayoría de negocios— cerradas, para abrir por la tarde de nuevo y cerrar a las 20h, algunos incluso a las 19h. ¡Qué civilizado! ¿Verdad? Sólo quedan abiertos los cafés bar, que son de hecho cervecerías y bares de copas por la noche; pero no hay que alarmarse, porque té e infusiones también sirven a altas horas de la noche.

Así que el primer día, tras la llegada a Gante a las 13h, lo que urgía era comer antes de que todos cerrasen; incluso antes de ir al hotel a dejar la maleta; especialmente tras haber comido el último bocado el día anterior a las 20h y haber dormido apenas 3 horas; el madrugón era de rigor: con las amenazas de colas inacabables en el aeropuerto de Barcelona mejor llegar antes de lo necesario o… Desfortunadamente, estaba cerrado por traslado el restaurante al que teníamos previsto ir, justo al ladito de la linda estación de Sint Pieters de Gante, el Lekker Gec, que tiene como peculiaridad ser un restaurante vegetariano bio donde pagas según comas, al peso.

Lekker Gec, Gent

Lo cierto es que me preocupé, porque en unos minutos, la lista que me había preparado de lugares «aptos» donde comer empezó a acortarse; muchos lugares estaban cerrados por vacaciones: habíamos llegado un par de días después de las fiestas locales y ahora muchos se tomaban su descanso estival. ¡Siempre hay un pelo en la leche!

En fin, de haber tenido un poco más de tiempo hubiésemos investigado la gran avenida que lleva del centro a la estación de tren (Konnigen Elisabethlaan y Kortrijksesteenweg), salpicada de negocios de alimentación saludable. Aunque como los restaurantes de comida india abundan en Gante, no dudamos y entramos en un restaurante indio cercano a la estación, donde no fue nada difícil salir del paso con una ensalada un poco sosa de pepino, tomate, lechuga y una serie de esas salsas súper especiadas tan ricas que puedes encontrar en cualquier restaurant hindú. El primer día de llegar a un sitio, con el despiste típico del recién llegado, uno acaba comiendo mal y a deshora, pero feliz; al menos conseguimos no pasar por este trámite.

La comida en restaurante indio fue muy frugal, mejor así, y después de dejar maletas en el hotel y apresurarnos a recorrer la ciudad, me alegró no sabéis cuánto encontrar, sin buscar, un café bar sencillo pero con una filosofía muy en sintonía y con precios aceptables, Green Way, también con locales en Amberes, Bruselas y Leuven, y que desde 1996 ha contribuido a la divulgación de la filosofía vegetariana a través de la cocina creativa y saludable en Bélgica. Es un sitio informal, correcto, con zumos del día, sopas, arroces, burgers y rollitos, con dulces tentadores vegetarianos (éstos pueden incluir lácteos) y también veganos. La terraza que da a la calle está siempre llena a la hora de las colaciones con gente joven comiendo bocadillos y sandwiches con mucho verde y producto fresco en el interior.

Green Way, Gent

Las veggie burgers bio son el plato estrella de la carta de Green Way, en la foto, hamburguesas de espinacas con chucrut y verdura, servida en pan de semillas de una panadería artesana local.

Como ya sabes que no soy muy fan de comer depende qué, mi primer objetivo cuando llego a una ciudad nueva es comprar algún alimento saludable y portable que llevar en el bolso para casos de «urgencia». Y, voilá, otro regalo más en el camino, sin buscar si quiera, como quien sale al paso, apareció una de las tienditas de Ayuno, tienda de productos naturales, todo bio, con frutas, verduras, semillas, frutos secos y más allá;  opciones para todos. ¿Qué compré para llevar conmigo? Pues una mezcla de frutos secos y semillas, con bastantes nueces, todo crudo, mi snack favorito; y aunque no fuesen activadas, unos días son unos días. Como eran mi recurso de seguridad para cuando realmente tenía hambre y no un capricho, pues me sentaron fenomenal.

Ayuno, Gent

Al lado de Ayuno, un lujoso café restaurant muy bonito, de precios menos bellos, ofrecía también opciones veganas, vegetarianas y gezond eten (comida saludable), y, unos 10 metros en dirección opuesta un letrero anunciaba a De Knoter, una boutique de frutos secos y verduras. Y así calle tras calle, una curiosa combinación de oferta de alimentación saludable, consciente y actitud sostenible con otra de dudoso beneficio para la salud.

El primer restaurante que me enamoró fue Panda, un vegetariano bio con súper tienda, restaurant interior y terracita con vistas al canal Leie que aún bañaban los últimos rayitos de sol a la temprana hora de la cena. Los platos en las mesas vecinas se veían bien ricos, así que para la cena no dudé en pedir un ensalada grande: Een grotte salade, alstublieft! Quizás no fue la mejor idea, ni mi ensalada era tan grande ni tan buena como auguraba lo que había espiado de mis vecinos de mesa, incluso con una rodaja de pan de molde blanco (bio, ¡ehem!), y alguna que otra cosa que no comí.

Panda, Gent Panda, Gent

Pero estaba rica, era fresca, el servicio muy amable y el lugar muy romántico. Supongo que de haberme quedado más días, hubiese vuelto con tal de sentarme a la misma mesa, al lado del letrero que anunciaba «paseos en barca sostenibles por los canales de Gante», donde esperaba amarrada una súper canoa con cojines y un remero de rasgos orientales que la engalanaba con farolillos de velas para la noche. Romántico cuadro donde los haya, aunque las ensaladas, como mínimo, realmente las tienen que mejorar.

Para el día siguiente tenía planes, un micro viaje a Zingem, provincia de Flandes Oriental, donde me hacía mucha ilusión visitar el restaurante de los hermanos De Witte.

Benoit de Witte, Zingem

Había reservado hora para las 12h 30, ¡qué temprano para almorzar! Aunque teniendo en cuenta el viaje agotador del día anterior y que iba a estar la mañana en ayuno, como de costumbre, parecía una hora bastante razonable. De la estación de Zingem al restaurant hay como unos 40 minutos caminando, momento ideal para descubrir un vecindario residencial de alto standing y plantaciones de trigo y nabos.

Campos de trigo y nabos camigo de Benoit de Witte

Campos de trigo y nabos camigo de Benoit de Witte.

El restaurant de los De Witte llegó a los 40 minutos en un torcer del camino. De entrada discreta, es un caserío enorme con tierras donde cultivan parte de los alimentos que luego preparan para sus degustaciones. Precioso. El aperitivo lo sirvieron en el jardín de árboles frutales desde el que se puede avistar la cocina.

Benoit de Witte, Zingem

Para el aperitivo, si no tomas alcohol, hay otras opciones, como el agua infusionada de ruibarbo y limón, de un precioso color rosado. Al fondo se pueden ver las ventanas de la cocina.

Benoit de Witte, Zingem

El paté de olivas con palitos de nabo súper refrescantes, uno de los seis platillos del aperitivo del Benoit de Witte.

Benoit de Witte, Zingem

Otro de los platillos del aperitivo, para comer de un sólo bocado; con interior líquido de caldo vegetal. Sorprendente, sutil, fino y delicioso.

Benoit de Witte, Zingem

El útlimo de los platillos del aperitivo con remolacha en difrentes texturas. Completely in love.

La comida se sirve en el restaurant interior donde sólo hay ocho mesas para un máximo de veinte personas. Mereció la pena el viaje, la caminata, la lluvia sorpresa en el camino de retorno y el precio. El servicio no pudo ser mejor, y la propuesta gastronómica fue espectacular; cierto que no era crudo, pero el fuego estaba casi ausente, y la propuesta 100% vegetal.

Benoit de Witte, Zingem

Un enorme ventanal separa el comedor interior del jardín frutal. La comida se sirve en el interior, justo estuvo lloviznando todo el día a partir de la hora de la comida. Aunque para el aperitivo disfrutamos del suave sol del verano belga.

Benoit de Witte, Zingem

Este plato del menú degustación vegetal me supo muy familiar, con un pequeño lingote de tomate suave, suave sobre un lecho berenjena. Heerlijk!

Benoit de Witte, Zingem

Este rollito con interior de verduritas picadas está envuelto en una hoja de acedera, tan tierna que el plato se sirve con cuchara y tenedor en vez de cuchillo para cortarla. La vinagreta de cilantro la sirven en la mesa, todo un espectáculo verde.

Benoit de Witte, Zingem

Las flores de calabacín con puré de calabacín baby venían acompañadas de una mayonesa cítrica de coco caprice des dieoux.

Benoit de Witte, Zingem

Puré de espinacas para acompañar este canelón hecho con el tallo vaciado de un puerro. ¡Cuánto verde y cuánta creatividad! Lo que da de sí el buen producto y la sensibilidad y el saber hacer en la cocina.

Benoit de Witte, Zingem

De postre, melocotón con texturas de fresas, sin azúcar añadido. Para un paladar como el mío, acostumbrado a no tomar más que el azúcar natural de las frutas, esto postre fue un regalo del cielo: sencillo, naturalmente dulce, delicado, se deshacía en la boca.

De vuelta a Gante, donde nos hospedamos todos los días, una breve parada en Brujas para pasear por las pintorescas calles, plagadas de turistas y chocolaterías… Cuantísimas chocolaterías y dulces, en una pequeña ciudad súper religiosa que tiene su encanto —parece que emerge de un cuento fantástico— pero que acabó vendiéndose al turismo; lo mejor es perderse por sus callejuelas, pero cuidando dónde se entra si apetece una infusión —algo tentador bajo el lluvioso clima belga—, en seguida puedes acabar pagando unos 8 euros por un té comercial en cualquier sitio.

Patos y cisnes en un rincón verde encantador en Brujas. Me gustó ver que estaban todos identificados y muy bien cuidados, con comederos donde van a picotear todos cuando tienen hambre y está terminantemente prohibido darles de comer.

Patos y cisnes en un rincón verde encantador en Brujas, el Wijngaardplein. Me gustó ver que estaban todos identificados y muy bien cuidados, con comederos donde van a picotear todos cuando tienen hambre y está terminantemente prohibido darles de comer.

Otro de los lugares que me enamoró en Gante fue Be O, con su mercado bio y su café juice bar bio y saludable. El local es precioso, recién renovado y lleno de detalles encantadores. Una pequeña cúpula de vidrio corona el centro del recinto, por allí entra el sol del norte con su dorada luz tenue.

Mercado y Juice Bar saludables comparten el mismo recinto lleno de luz. A la izquierda, la barra del mercado, al fondo el Café y Juice Bar donde puedes tomar zumos verdes recién hechos y un mini buffet vegetal con todo lo mejor.

Mercado y Juice Bar saludables comparten el mismo recinto lleno de luz. A la izquierda, la barra del mercado, al fondo el Café y Juice Bar donde puedes tomar zumos verdes recién hechos y un mini buffet vegetal con todo lo mejor.

Be O Versbar, Gent

El mercado, con producto bio local de primera calidad; y el café y juice bar, con múltiples opciones healthy, zumos cold–pressed del día, ensaladas frescas y dulces sin azúcares añadidos y gluten–free, todas opciones deliciosas para dejar contentos a todos. Una pausa ideal para tomar un zumo verde y, aprovechando que la comida es tan temprano, un almuerzo a mediodía con producto preparado de manera respetuosa y el especial toque del chef: cocina vegetal creativa, verdaderamente honesta y bien ejecutada para un producto de primera calidad y un buffet self–service nutritivo y saludable.

Menú en la pizarra del Be O Versbar. Está en holandés, pero si te interesa lo puedes traducir en Google Translate.

Menú en la pizarra del Be O Versbar. Está en holandés, pero si te interesa lo puedes traducir en Google Translate.

Be O Versbar, Gent

En Be O Versbar te sirves tú mismo los platos recién preparados del día. Hay tres tamaños de plato, para todos los apetitos y bolsillos. El mío era el XL, con encurtidos, fermentados, mucha hoja y algunos patés vegetales. Todo aderezado con especias y vegetales, muy sutil, eso sí, sin aceite de oliva, ¡ja! Vinieron muy bien esos patés cremosos y grasos para completar la comida.

La visita «obligada» a Bruselas fue como ir a meterse a la boca del lobo, pero como ya lo conocía, iba preparada. Desafortunadamente, el centro bruselense está plagado de bares de frituras, pura obsesión con las patatas fritas —¡el secreto de su sabor radica en que están fritas dos veces, primero 5 minutos a 145 ºC a partir de crudo y, luego de haberlas dejado  reposar 30 minutos, se vuelven a freir a 180 ºC hasta dorar!—, los waffles con topping de azúcar glacé, nata y caramelos líquidos, tiendas de chocolates finos por todas partes y cervecerías con las cartas de cervezas más variadas; todo aderezado con miles de turistas que pululan y consumen sin dudar las «finesses» de la gastronomía callejera y la alta confitería belga. El centro de la capital de Europa hoy día es una mezcla de aromas de azúcar y chocolate, aceite recalentado y humeante y harinas horneadas.

A mí me encanta mirar escaparates de confiterías, que no los coma no quiere decir que no me parezcan atractivos. Pero tan sólo cruzar por las Galeries Royales Saint Hubert puede ser de lo más tentador; como decía antes, es ir a meterse a la boca del lobo: hoy día las tiendas de las galerías ofrecen chocolate, chocolate y chocolate… aunque merece la pena entrar y disfrutar de su arquitectura. Aunque ya sabéis, persona precavida vale por dos, y así iba yo, precavida con el mejor chocolate que había encontrado en el último momento en Gante y que llevaba conmigo como un pack de emergencias.

Este chocolate lo compré en De Knoter, la boutique de frutas y frutos secos que menciono arriba. En Ayuno tenían barritas de chocolate raw, pero a mí no me gustan, al final les acaban añadiendo tantos superalimentos y siropes que ya no recuerdan al chocolate. Para mí, lo más sencillo es siempre lo mejor, y este cuadrito de chocolate era única y exclusivamente pasta de cacao y manteca de cacao.

Este chocolate lo compré en De Knoter, la boutique de frutas y frutos secos que menciono arriba. En Ayuno tenían barritas de chocolate raw, pero a mí no me gustan, al final les acaban añadiendo tantos superalimentos y siropes que ya no recuerdan al chocolate. Para mí, lo más sencillo es siempre lo mejor, y este cuadrito de chocolate era única y exclusivamente pasta de cacao y manteca de cacao.

Y fue una idea genial, porque tan sólo un bocado de este chocolate tan puro y sin nada de azúcar le devuelve a una al centro; las tentaciones azucareras desaparecen al momento y su poder saciante te hace inmune a cualquier voz de sirena que escuches cantar desde las más finas bombonerías.

Chocolate puro del mejor no era el único as que llevaba en el bolso, el aguacate se ha convertido este año en mi snack favorito para llevar cuando salgo afuera y sé que no comeré en casa. Sólo hay que ponerlo en el bolso, no «te llama» con su aroma cada vez que abres el bolso —como hacen el resto de frutas maduras—, y su piel es el único envoltorio que necesita. No hace falta llevar nada para pelarlo. Si lo coges desde la base y mordisqueas la parte por donde estaba agarrado a la rama del árbol tirando suave con los dientes se pela como por arte de magia, es la bomba.

Avocado time, Brussels

Y aún tenía más ases en la manga: en Be O había comprado unas micro botellitas con zumo cold–pressed del día: 1) de limón y jengibre, 2) de cúrcuma y jengibre, y 3) de cúrcuma y naranja. La idea no pudo ser más resultona, una botellita diluida por botella de agua en los cafés que visitamos me mantuvo cargada de energía hasta la noche. El efecto, súper refrescante y energizante, a 200% hasta el fin del día. De hecho, me lo voy a apuntar en mi lista de ideas para mejorar mi día a día cuando no esté en casa. Me encantó.

Mort Subite, Brussels

Las tres botellitas de vidrio que compré en Be O Versbar, con zumo cold-pressed de cúrcuma y jengibre, de cúrcuma y naranja, de limón y jengibre.

Mort Subite, Brussels

Agua + poción de jengibre y limón en la cervecería A la Mort Subite, una cervecería emblemática curiosa de visitar.

Brussels, zumo de cúrcuma y naranja.

Agua + poción de cúrcuma y naranja en la terraza de la cervecería Leffe enfrente de la extavagante tienda de haute chocolates y bombones de Pierre Marcolini en Bruselas. Para mi criterio, ningún chocolate decente, y la tienda un delirio de tres plantas que acababa en un pequeño café degustación y que me hizo sonreír; se avistaba desde la terraza del Leffe, con su fachada llena de nubes rosas y un letrero que anunciaba Les rêves de Pierre. ¿Por qué le ponen tantas porquerías al chocolate? Realmente no merece la pena, por muy bello que se vea con sus colores imposibles y sus texturas inimaginables.

En Bruselas, no busqué, pero topé con una tienda–bar que no me emocionó mucho y ofrecía zumos cold-pressed guardados en botellas de plástico —un poco descoloridos— y superalimentos. Estos lugares no son santo de mi devoción (aunque son mejor que nada) y después de venir de Gante, el paraiso de lo saludable y lo sostenible, me pareció pobretón para ser una propuesta de la capital.

Y así no pararía de escribir y contar, con sorpresas como Exki en Korenmarkt, con su oferta saludable y, si te empeñas, sano y crudo, para llevar o consumir en el local con las inmejorables vistas del canal Leie a lo lejos, la iglesia de Sint Niklaas y el precioso edificio del antiguo correos central.

Exki, Gent

La luz dorada del atardecer que entra por la ventana del segundo piso de Exki es excepcional, las vistas desde esta ventana a Sint Niklaaskerk otro lujo. Y poder merendar cítricos con un té verde orgánico, la guinda que corona la mejor tarta.

Exki, Gent

¿Conocéis las bolsitas de té de Palais des Thes? Me encantaron, son de algodón biodegradable, con la etiquetita cosida también con algodón —nada de grapas ni pegamentos «alimentarios»—; nada de bolsitas de seda de las que se enorgullecen algunas marcas, la salud siempre mejor acompañarla de ética, ¿no creéis?

O el mercado biológico de verduras de los viernes en Groentenmarkt al lado del Gravensteen, el castillo de los condes de Gante ; el centro de artes contemporáneas Vooruit con su carta casi 100% bio y opción vegana, o el pequeño restaurant 100% vegano de Mie Vie. Mie Vie también me enamoró con su comida casera recién preparada, sus raciones generosas, sus precios asequibles y todo el amor que se respiraba en el pequeño local. Si tienes hambre y quieres comer algo que te va nutrir, saciar y te va a sentar bien, Mie Vie seguro que tiene alguna propuesta que te lo soluciona.

Mie Vie, Gent

¡La súper ensalada de Mie Vie! Cuando el «supersizeme» es saludable. Completely in love.

La propuesta de menú de Mie Vie, también sólo en holandés. La verdad es que se hace fácil entenderlo, depués de unos días allí. Este menú es 100% vegano, con propuestas emocionales y opciones sin gluten. El sitio y el staff son encantadores, y todos hablan inglés, así que si no entiendes la carta ellos te explican.

La propuesta de menú de Mie Vie, también sólo en holandés. La verdad es que se hace fácil entenderlo, depués de unos días allí. Este menú es 100% vegano, con propuestas emocionales y opciones sin gluten. El sitio y el staff son encantadores, y todos hablan inglés, así que si no entiendes la carta ellos te explican. A mí me caía simpático encontrar todo en holandés, viviendo en la ciudad en la que vivo, donde se encuentra casi todo ya en 5 idiomas, pero eso significa que se vendió al turismo, con sus pros y sus cons.

En el viaje de vuelta a casa, ya en el aeropuerto de Bruselas, más sorpresas positivas, donde Exki y Helixir tienen dos pequeños puestos de comida saludable, zumos y batidos vegetales preparados al momento para los viajantes; ya no hay sólo malas y caras propuestas en los aeropuertos, y, estoy segura, pronto se va a expandir esta tendencia a otras ciudades. Así lo demuestra la oferta inagotable gantesa, de la que me quedó aún mucho por descrubir.

Charleroi, Brussell

En el aeropuerto de Bruselas: zumo orgánico recién hecho de pepino, apio, hinojo, perejil y manzana y sopa cruda y orgánica del día de tomate, zanahoria y coco. Délicieux!

Por hoy yo pienso que ya está bien, ¿verdad? Estas son algunas de las perlas gastronómicas y healthy de mi viaje. Ya te iré contando más cositas en otras publicaciones, prometido. Hasta entonces:

Bon voyage!

Salmorejo my way

Hay platos tradicionales que despiertan pasiones y el salmorejo cordobés es uno de ellos. La receta tradicional se hace con tomate crudo, pan, aceite de oliva, ajo y sal. En esta receta, los tomates se trituran y luego se cuelan para descartar la piel y las semillas y conseguir un puré suave y cremoso, con el dulzor de fondo del pan y el increíble sabor de los tomates maduros del verano. El resultado es una crema sedosa que se sirve fresquita, en verano, acompañada con una pequeña guarnición de huevo duro y jamón serrano. Ésa es la receta tradicional.

Yo muchos de estos ingredientes no los consumo; de origen animal, si me sigues, ya sabes que nada. Pan, pues tampoco (bueno, sólo mis panes crudos que yo misma preparo a partir de brotes y germinados). Y los alimentos, a mi me gusta consumirlos todos enteros; la piel de las frutas y vegetales siempre que se pueda comer es interesantísima, porque en ella se acumulan la mayor cantidad de antioxidantes y principios anti–aging; y sus semillas son ricas en aceites naturales y proteínas de buena calidad. Así que lo que he hecho es reinventar el salmorejo my way para elaborar una crema para el verano con sólo lo mejor de lo mejor. Te advierto que está mucho más rico, es más nutritivo, es más ligero e ideal para beneficiarse de las propiedades de los frutos del verano y alcalinizante e hidratante a más no poder. Estoy segura que va a ser el hit del verano en casa, y espero que en otras muchas casas también. Yo ya lo he preparado varias veces, y cada vez que lo pruebo me parece más delicioso. Ya te digo, top of the pops

Bueno, te cuento un poco en qué consiste mi versión, y te la recomiendo al 200%. Ya me contarás, pero sé que te sorprende seguro. Te cuento:

Sobre los tomates: lo importante es que utilices de los más maduros, bien rojos. A ser posible, que sean orgánicos porque utilizaremos la piel; lávalos bien, de todas maneras, por muy orgánicos que sean. Yo he utilizado la variedad tomate rosa o de piel de doncella, una variedad típica de Barbastro. Tienen una piel muy finita y una pulpa suave como el terciopelo, son mis tomates favoritos. Son desiguales y gigantones. Tanto, que a veces compro sólo uno y ya me pesa más de un quilo. Como la piel es muy finita, se deben dañar mientras crecen en la planta, por eso presentan como «durezas» en la piel, que no son más que las cicatrices que produjo la propia planta para cerrar las heridas. Hay quien dice que son feos por eso y por sus formas caprichosas, a mí me parecen los tomates más bellos y auténticos. ¡Fan total!

En vez de pan: en la receta original, el pan es clave para dar espesor, cremosidad y dulzor a la crema. Yo he utilizado aguacate y aceite de coco que son la clave de la textura y el dulzor finísimo de mi salmorejo my way. No juzgues hasta que no lo pruebes, el sabor ni se nota, ni del aguacate ni del aceite de coco, pero la textura ya te digo que es inmejorable. Estas grasas extra ayudarán también a que absorbamos mejor las vitaminas de este plato, especialmente el licopeno del tomate.

Salmorejo my way

En vez de ajo: en vez de ajo, que lo encuentro muy fuerte —a mi me suele repetir—, he utilizado brotes de ajo. Son los puntitos negros que ves en la foto. Si no encuentras brotes de ajo, o germinados de ajo, puedes utilizar un diente de ajo. Pero los brotes de ajo son mi secreto para que mi salmorejo my way sea una receta de lo más digestiva sin perder ese sabor tan típico mediterráneo. Lo mejor es que las propiedades del ajo, que es un súper alimento con propiedades medicinales y de efecto anticáncer, en brote o germinado son mucho más potentes. Todos los germinados y brotes contienen entre 10 y 30 veces más vitaminas y minerales que la propia planta, a parte de clorofila (los brotes), ácidos grasos y aminoácidos esenciales, es decir, las grasas y las  proteínas ya listas para que las asimilemos sin necesidad de transformaciones extra por parte de nuestro organismo.

Pimiento rojo: ¡Ahá! Aquí viene otra de las licencias, el salmorejo tradicional no lleva pimiento, pero el salmorejo my way ya te digo yo que no puede prescindir de esta súper fruta preciosa del verano. Los pimientos, como los tomates, son bien ricos en carotenos, los nutrientes que fortalecerán tu piel y otros tejidos, a parte de tener unos altísimos contenidos en vitamina C, una de las frutas que más vitamina C contiene. El pimiento rojo añade un extra dulce, como hace el pan en la receta tradicional, y le da ese color vibrante que parece que diga a gritos lo saludable que es este plato.

Limón: he añadido el zumo de un limón, un par de cucharadas soperas, para alcalinizar aún más y para darle el contrapunto que le daría la sal; ya que la sal yo la he suprimido.

Y como guarnición: unas flores de ajo, tomate seco cortado a trocitos y semillas de cáñamo peladas, proteínas de las buenas. Imagino que si estás al día de las tendencias en alimentación, te habrás dado cuenta de la «nueva» moda del huevo… Parece que si no comemos huevo, literalmente, no comemos. Y solamente se habla de los innumerables «beneficios» de este «alimento», aunque muy poco eco se hace de los estudios de los los profesionales de la salud que hablan de la bomba hormonal que es el huevo —después de todo es la menstruación de las gallinas—, o de sus efectos acidificantes en nuestro organismo al consumirlo, ya que tiene el mismo efecto nocivo a nivel intestinal que cualquier otra proteína de origen animal. No lo digo yo, hay muchos estudios (te dejo una buena lista al pie de esta entrada) que demuestran que los contenidos en colina de los huevos —también presente en otros productos de origen animal— no son nada beneficiosos para el sistema cardiovascular; que su consumo produce proteínas putrefactivas y enzimas tóxicas en nuestro intestino a las que se les atribuyen efectos procancerosos; que tienen un efecto proinflamatorio por su contenido en ácido araquidónico; que como cualquier grasa animal acumulan tóxicos ambientales o cualquier otro tóxico que entrase en el organismo de la gallina ponedora —y todos los animales explotados por la industria alimentaria deben ser vacunados según la ley—; y otras «maravillas: que ya no voy a mencionar para no desviarme más de mi verdadero propósito: explicarte las verdaderas maravillas de la semilla de cáñamo como alimento, una súper semillita que no puede faltar en tu despensa.

Las semillas de cáñamo peladas son muy fáciles de digerir y un alimento muy interesante, ya que en sólo dos cucharadas soperas (unos 20 gramos) obtenemos aproximadamente 1,4 gramos de omega 3, 10,5 gramos de proteína (con altos contenidos de todos los aminoácidos esenciales), vitaminas A, D, E, K y del grupo B y altos contenidos de minerales como cobre, magnesio, manganeso, fósforo, selenio, zinc y, en menor cantidad, calcio, hierro, potasio; a parte de ser un alimento rico en fibra y energético (datos obtenidos de The Canadian Nutrient File). Pocos alimentos como éste, tan equilibrados y con tal concentración de nutrientes, vamos a encontrar. Y utilizar estas semillas es tan sencillo: como topping en cualquier tipo de plato, dulce o salado; en leches vegetales; en dulces saludables; como snack solas o mezcladas con otras semillas… son deliciosas y muy versátiles y sin la desventaja de ser acidificantes, proinflamatorias, etc. Cuando las compres, guarda estas poderosas semillitas en la nevera, en recipiente de vidrio con tapa, para preservar sus delicados aceites al máximo.

En fin, te dejo ya con la receta de mi salmorejo my way. Sé que te va a encantar.

Salmorejo my way

Ingredientes

Para dos personas

Para el salmorejo my way
650 g de tomate bien maduro, lavado y con la piel y las semillas
1 pimiento rojo dulce (unos 180 g)
1 limón, el zumo
1 aguacate pequeño (unos 80 g ya pelado y sin semilla)
1 C de aceite de coco (15 g)
50 g de brotes o germinados de ajo

Para el topping

2 C de semillas de cáñamo pelado
8 tomates secos (16 mitades), picados finos
12 flores de ajo (opcional)
1 C de aceite de oliva virgen extra

Método de preparación

Trocear el tomate, el pimiento y el aguacate y batirlos en una batidora de vaso junto al aceite de coco y el zumo de limón hasta obtener una crema bien suave.

Añadir los brotes o germinados de ajo y batir levemente hasta que se mezclen bien con la crema.

Servir y decorar con el tomate seco picadito, las semillas de cáñamo, las flores de ajo y el aceite de oliva.

Si se quiere, se puede reservar unos 30 minutos en la nevera y consumir fresquito; es ideal para hidratarse y combatir el calor del verano de la manera más saludable y sin olvidar incluir las grasas saludables.

Bon appétit!

Bibliografía

Sobre la colina y sus efectos nocivos en nuestra salud:

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Pasitas de flor de calabacín

¿Te ha pasado alguna vez que sales a hacer la compra de los alimentos básicos para hacer despensa y llenar la nevera para la semana y vuelves a casa cargada de mil y una maravillas y sin ninguno de los básicos que necesitabas? Oh my God! A mí me pasa cada vez que voy a visitar a mi frutero desde que llegó el buen tiempo con la primavera.

La primavera es una de las épocas que más me fascina, con su variedad de hierbas y flores y por fin las primeras frutas de color naranja, rojo, morado… y mil y una variedad de verde. No hay estación más cargada de colores y más anti–aging que ésta; hasta la luz ha cambiado y el mundo entero parece más vibrante.

Si te pasa como a mí, no sientas pena, al contrario, aprovecha para llenar tu cesta de la compra de vegetales poderosos, de flores bellas, de formas y colores nuevos… No te preocupes si no sabes cómo prepararlos, añádelos como un acento a tu ensalada y siempre funionará.

A nivel creativo, seguro que se te ocurrirán cosas más adelante. Una vez tu paladar se familiarice con el sabor de los alimentos nuevos, sus texturas, sus colores y aromas irás haciendo asociaciones nuevas, cada vez de manera más espontánea, ya verás. La cuestión es atreverse y probar. Aquí no hay que tener miedos: en el reino vegetal, especialmente en las verduras, encontramos todo lo necesario para una salud radiante y, mejor aún, acompañado del disfrute de los sentidos.

No hay nada más desestresante que sentarse a mirar un campo lleno de verdes y flores bajo un cielo azul intenso y un sol naranja, ¿verdad? Si coincides conmigo, no te prives de tus micro paisajes en casa, puedes decorar tus rincones preferidos con las plantas comestibles más poderosas mientras no las consumas. No sólo son bellas y estimulan nuestros sentidos favoreciendo el buen humor y el buen estado de ánimo, sino que purifican y regeneran el aire de nuestro hogar.

Pasitas de flor de calabacín

Si ves vegetales «insólitos» en tu frutería habitual, te invito a que hagas como yo: ni preguntes. Simplemente haz, toma aquellas plantas que te llamen más la atención y decora con ellas tus platos. Así nos diseñó la naturaleza, y así nos adaptamos a nuestro entorno, los sentidos hacen que nos sentamos atraídos ante las plantas más llamativas —por su forma, su color, su aroma—, es la manera que tenemos de detectar nuestro sustento, los súper nutrientes que contienen nuestros vegetales y también sus propiedades medicinales. Aunque a los urbanitas, entre el gris del pavimento y la vida separada de la naturaleza, se nos van atrofiando estos sentidos.

En todo caso, la primavera es EL momento de reconectar con nuestro yo más sensorial y poético. Yo ni lo dudo. Este sábado salí de compras y volví a casa cargada de plantas en flor y otras maravillas: capuchinas, flor de ajo, ajo de oso, tomates, gigantes frescos en su vaina, brotes de todos tipos y colores, hierbas silvestres, espárragos alpinos, aromáticas en flor… Las que no venían en tierra en su maceta, las tengo en vasitos con agua hasta que les toque el turno de honrar el plato. Aunque reconozco que a veces las contemplo más que consumo, son tan bellas que da pena cortar nada. Tampoco me preocupa, al contrario, ya que de momento tengo la casa llena de macetas con flores comestibles y vasitos con raíces y tallitos variopintos con brotes poderosos. Se dejan cuidar y crecen preciosos, fuertes y frescos hasta el momento de formar parte de mi plato.

Así que hoy te dejo una de esas recetas primaverales caprichosas: una receta nueva, deliciosa, bellísima, para disfrutar cuidándose y celebrar la vitalidad de la estación. Espero que la disfrutes.

Pasitas de flor de calabacín

Pasitas de flor de calabacín
Para 2 personas

Ingredientes
Para las pasitas
6 flores de calabacín
1/2 calabacín mediano (100 g), con la piel y troceado grueso
2 C (10 g) de levadura nutricional
1/8 c de sal marina o del Himalaya
1/2 limón (unos 15 ml), el zumo
1 C (5 g) de semillas de cáñamo
1 ramita de tomillo fresco, sólo las hojas
1/4 c de nuez moscada
pimienta negra recién molida al gusto
10 g de boletus deshidratados
1 hoja de ajo de oso (cibulé si no encuentras ajo de oso)

Para decorar
Flor de ajo al gusto
Ramitas en flor de tomillo
Mayonesa alcalinizante mezclada con curry en polvo al gusto

Método de preparación

En una batidora de vaso combinar, para las pasitas, el calabacín, el zumo de limón, la sal, la levadura y las semillas de cáñamo hasta obtener una pasta muy suave.

Añadir el resto de ingredientes para las pasitas menos las flores de calabacín y la hoja de flor de ajo (o cibulé en su defecto) y pulsar muy brevemente, sólo con la intención de mezclar, no de triturar, para que el tomillo triturado no nos amargue el relleno.

En un bol, mezclar la pasta del relleno con los boletus deshidratados y troceados y dejar reposar unos cinco minutos para que los boletus empiecen a absorber los líquidos y a ablandarse.

Rellenar las flores de calabacín con esta mezcla a partes iguales, dejando un poquito sólo del líquido para acabar de montar las flores al final.

Una vez rellena la parte del cáliz de las flores, cortar las hojas de ajo de oso de manera longitudinal para obtener seis cintas de unos 5 mm de ancho aproximadamente.

Atar con las cintas de ajo de oso la parte central de cada flor, para que no se derrame el contenido de las flores, y mojar las puntas de los pétalos de cada flor con el poco de líquido que reservamos del relleno.

Colocar las flores horizontalmente en las láminas del deshidratador y deshidratar a 38 ºC durante 6 horas. Dar la vuelta y deshidratar 6 horas más.

A la hora de servir, pintar un plato con mayonesa alcalinizante mezclada con curry al gusto y colocar las pasitas de flores al gusto decorando con las flores de ajo y las ramitas de tomillo.

Bon appétit!

Crema aterciopelada de calabaza fermentada

La salud óptima de la microbiota es clave a la hora de asimilar muchos de los nutrientes necesarios para la vida, unos intestinos con una microbiota debilitada o enferma no son capaces de realizar su papel dentro del complejo funcionamiento del aparato digestivo ni  su comprometida y delicada función de barrera ante gérmenes, patógenos y otras sustancias que no deben llegar al flujo sanguíneo.

Los alimentos ricos en fibra natural no digerible —como la celulosa de las verduras o la quitina en las setas—, y los fermentados —probióticos— tienen un impacto beneficioso en la salud y el equilibrio de nuestra microbiota.

En el caso de la fibra nuestro organismo no puede asimilarla y acaba expulsándola entera, después de que se hayan absorbido en los intestinos los últimos nutrientes y el agua que forman parte de los alimentos. En su paso por el intestino, las bacterias que lo habitan sí que pueden alimentarse de ella, produciendo ácido láctico y fermentándola. Nuestros intestinos son una secreta máquina fermentadora.

También podemos añadir a nuestra dieta alimentos vegetales previamente fermentados. De esta manera, el beneficio es doble, ya que aportamos a la dieta alimentos ricos en fibra y al mismo tiempo probióticos. Los alimentos fermentados tienen además otros beneficios: la fermentación funciona como una predigestión fuera de nuestro sistema digestivo; las bacterias que la llevan a cabo consumen los azúcares naturales del alimento, con lo que se reduce considerablemente el índice glicémico; las proteínas se transforman en aminoácidos esenciales, que son los verdaderos elementos que nuestro cuerpo puede asimilar; los almidones se transforman en azúcares naturales asimilables y también se produce lisina, un aminoácido esencial ausente en muchos alimentos vegetales —de hecho, en el caso de los cereales, la lisina es un aminoácido limitante, ya que es uno de los aminoácidos de los que carecen. Se producen también vitaminas de alto valor antioxidante y antiaging, como vitaminas del grupo B, entre ellas la B12.

Calabaza fermentada

Los alimentos fermentados benefician la digestión por la gran cantidad de enzimas que generan sus bacterias, evitan flatulencias, favorecen a las bacterias benéficas en nuestro colon contribuyendo a su salud y tienen un potente efecto quelante (desintoxicante). Contienen un  mayor nivel de probióticos que los suplementos, cosa que los hace ideales para reforzar la salud de la microbiota intestinal.

Los probióticos de la fermentación no sólo contribuyen al proceso de eliminación de metales pesados y otras toxinas de nuestro cuerpo al mismo tiempo que refuerzan la salud de las bacterias de nuestra microbiota intestinal sino que ayudan a estas bacterias a realizar un número de funciones adicionales beneficiosas e importantes: ayudan a la absorción mineral y producen vitaminas del grupo B —B12 incluida— y vitamina K2 (la vitamina K2, junto con la D, son necesarias para integrar el calcio en los huesos y evitar calcificaciones en las arterias, reduciendo el riesgo de enfermedades cardiovasculares); regulan la absorción de grasas, con lo cual contribuyen a prevenir problemas de sobrepeso, obesidad y de diabetes; tienen también un efecto anticáncer, moderan las respuestas del sistema inmune, ayudan a reducir la inflamación y producen compuestos beneficiosos para el cerebro que modulan los estados de ánimo.

Fermentados de calabaza y shiitake

A la hora de obtener la fibra, la cosa es sencilla: la mejor estrategia es tomar cada día vegetales fibrosos en crudo; y a la hora de obtener probióticos, los fermentados vegetales son los reyes de la mesa. Es muy importante, sin embargo, que, si compramos alimentos fermentados en la tienda, nos aseguremos que no han sido pasteurizados (lo pondrá en la etiqueta), porque con la pasteurización, al aplicar calor para conservar el producto más tiempo en los estantes de los supermercados, mueren las bacterias propias de la fermentación y se anulan sus beneficios. Así que hay que mirar bien la etiqueta; si no, simplemente es mucho mejor consumir vegetales frescos y de temporada (prebióticos).

Hay que vigilar también con algunos productos probióticos no pasteurizados que tienen un sabor dulce, como algunas bebidas de fermentados, porque muchos tienen azúcar añadido después de la fermentación para hacerlos más atractivos al público, ya que baja la acidez. Aparte de que los productos sean ecológicos, hay que vigilar el proceso mismo de la fermentación: muchos productores fermentan en recipientes metálicos, y el ácido láctico producido de manera natural por las bacterias reacciona con los metales creando tóxicos.

Por otra parte, hacer fermentados en casa es mucho más sencillo de lo que podemos imaginar. Hacen falta pocas cosas, excepto un poco de planificación, ya que todos los vegetales, de forma natural, llevan bacterias en la piel que ayudan a iniciar el proceso.

De hecho, sólo necesitamos un rincón cálido en la cocina en el que no tengamos que mover el recipiente donde haremos la fermentación, preferiblemente de vidrio, aunque una fermentadora facilita mucho el proceso y mejora el resultado.

Fermentados de calabaza y shiitake

Yo últimamente estoy preparando muchas nuevas recetas con fermentados, confieso que yo estoy disfrutando muchísimo desde Navidad con mi nueva fermentadora que distribuye en España Conasi. Los resultados son óptimos y te permite total control siempre sobre el resultado final. Si te interesa, la recomiendo 100%. Además, es plegable, con lo que cuando no está en uso ocupa muy poquito espacio… sí, sí, plegable, un diseño muy inteligente. Si te interesa, antes de que me olvide, te puedo ofrecer un código de descuento para que compres en su tienda online, para utilizar una vez hayas ingresado a tu perfil de usuario. El código es CNS-KIJIMUNAS, y lo puedes utilizar en la compra de cualquier producto, no sólo de la fermentadora.

Crema de calabaza fermentada

Las fermentadoras son como pequeños hornos de baja temperatura (de 20 ºC a 49 ºC) que controlan la temperatura de forma exacta durante horas o días. No gastan mucha energía, porque la temperatura ideal para fermentar en la mayoría de los casos oscila entre 30 y 32 ºC. Es una temperatura más baja que la corporal, y más baja de lo que suelen ofrecer los hornos eléctricos de nueva generación, con lo que no disparan el consumo eléctrico. Sólo se necesitan entre un día y tres para hacer los fermentados más deliciosos y auténticos, y si es con la temperatura controlada obtendremos resultados óptimos y muy similares cada vez.

Pero para que comprovéis por vosotros mismos lo refácil que es fermentar en casa, aquí os dejo una receta deliciosa preparada a partir de calabaza fermentada.

Crema de calabaza fermentada

Ingredientes
Para 2 personas


Para la calabaza fermentada
500 g de calabaza cacahuete con sus semillas, previamente pelada
250 ml de agua de mar
250 ml de agua filtrada

Para la crema
4 tomates secos (8 mitades)
½ T de cochayuyo deshidratado en trocitos
¼ T de semillas de cáñamo pelado
1 C de levadura nutricional

Para decorar
1 tomate seco (2 mitades) troceado
4 flores de aciano deshidratado, sólo los pétalos
1 C de alga kombu en polvo
1 C de semillas de cáñamo pelado
1 C de aceite de oliva virgen extra
pistachos crudos al gusto
Tus brotes preferidos al gusto

Método de preparación

Cortar la calabaza en cubitos y colocar en un bote de vidrio de 1,5 L con tapa, tiene que quedar como mínimo ¼ del bote vacío.

Mezclar el agua de mar y la filtrada y cubrir la calabaza con la mezcla; los cubitos de calabaza tienen que quedar cubiertos, si no es así, añadir un poco más de este agua al 50% agua de mar y 50% agua dulce hasta cubrir del todo.

Cerrar el bote con su tapa y dejar fermentar durante 3 días sin mover en un lugar tranquilo en la cocina donde no dé la luz del sol o en una fermentadora.

Una vez fermentada la calabaza, colocar el contenido del bote en una batidora de vaso junto con los ingredientes para la crema y batir hasta obtener una crema suave al gusto.

Si tienes una batidora turbo, puedes batir hasta conseguir que se caliente un poquito la crema por fricción. Es la manera de calentar las cremas y sopas que mantiene más nutrientes y que más facilita, al triturar tan fino, su absorción.

Servir la crema en platos hondos o boles y decorar con los ingredientes para decorar.

Bon appétit!

Chocopolvorones con leche de coco

¿Cómo llevas las ideas para preparar tus fiestas de invierno? ¿Tienes el menú ya claro? ¿Y los dulces saludables? ¿Ya los tienes?

Preparar platos salados saludables para cualquier ocasión no es de lo más difícil, ¿verdad? Sin embargo, los dulces son historia aparte. Después de preparar todo un menú, generalmente no nos quedan ganas de estar mucho más rato en la cocina. Y por eso acabamos haciendo excepciones que no querríamos yendo a comprar dulces refinados e industriales.

Aunque en el fondo, preparar dulces deliciosos en casa no es nada complicado, se pueden preparar sin utilizar ni fogones ni hornos ni deshidratador y hacerlos en cuestión de minutos con preparaciones sencillitas, como la que te dejo aquí, y que se pueden guardar durante días o semanas, envueltas en papel de hornear —mi favorito es el no blanqueado— y guardando en recipientes de cristal con tapa en un lugar fresco, en la despensa o en la nevera, por ejemplo.

Para preparar la receta de hoy, estos chocopolovorones, he utilizado un ingrediente un poco especial pero que merece la pena en toda preparación top, top, top de repostería. Es la leche de coco en polvo, con su dulce peculiar 100% natural, con la cual podemos substituir el azúcar glas sin ningún sentimiento de culpa, al contrario. La encuentras en las mejores tiendas de alimentación bio en España o las puedes encargar online en la tienda de Salud Viva. Te animo a que la tengas como parte integrante de tu despensa, en la mía no falta desde que la probé. No la necesitas en grandes cantidades y seguro que  va a ser tu comodín perfecto para cualquier ocasión que llame a preparar dulces. ¿Lo vemos?

Chocopolvorones con leche de coco

Ingredientes
Para unas 12 unidades

Para los polvorones
1 T de almendras, activadas y deshidratadas
1 T de leche de coco en polvo
1/2 T de aceite de coco, en estado líquido
3/4 T de algarroba en polvo
1/4 T de cacao en polvo

Para decorar
1 C extra de leche de coco en polvo

Método de preparación

Moler las almendras con la ayuda de un robot o procesador de cocina.

Cuando tengas una harina homogénea, añadir el resto de ingredientes para los polvorones y volver a procesar hasta obtener un masa homogénea y moldeable.

Dividir la masa en 12 porciones iguales.

Utilizar moldes para galletas cuadradas de unos 3,5 cm x 3,5 cm y rellenarlos con la masa presionando suavemente con los dedos.

Dejar reposar en la nevera unos 15 minutos para que solidifiquen y poder desmoldar.

Tras los 15 minutos, desmoldar y espolvorear con la leche de coco en polvo para decorar.

Puedes guardar estos polvorones en recipientes de cristal con tapa durante semanas en un lugar fresco y que no reciba la luz del sol directa.

Bon appétit!