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Cómo preparar natas sin leche

El mes de mayo viene cargado de actividades y colaboraciones, ¡que ilusión! Con lo que me gusta colaborar con proyectos con los que comparto filosofía y puntos de vista y con lo que me gusta divulgar salud, alegría, creatividad y buenos alimentos.

Mi última colaboración, de la que te vengo a hablar hoy, la tienes disponible en los quioscos de toda España, en el último número de la revista Cuerpomente. Es un artículo para la sección «Descubre» de este magazine de salud y alientación donde encontrarás seis recetas  mías para preparar seis deliciosas natas vegetales.

Nata de coco

Las recetas son bien naturales y sencillas para que las puedas preparar en cualquier momento en casa. No se requiere de mucha pericia, y es que para alimentarse bien disfrutando lo mejor que podemos hacer es no agobiarnos pensando que tenemos que hacer mil malabares en la cocina. Lo mejor para nuestro tiempo y nuestra salud es preparar comidas sencillas, sin demasiadas mezclas para tener una digestión muuuuuy suave y poder asimilar mejor los nutrientes de nuestros alimentos.

Nata de pipas de calabaza

Si te pasa como a mí, de cuando en cuando echarás a faltar algún plato emocional o más denso, es una connexión emocional con la dieta del pasado. Lo mejor es no caer en la trampa que la memoria y las emociones nos tienden y encontrar un sustituto que nos plazca pero sin demasiados desajustes. Por eso me hace tanta ilusión poder compartir contigo estas recetas de natas vegetales. Por eso y por otro motivo más: están preparadas con la máxima consciencia, recuerda que las grasas son necesarias para una alimentación equilibrada y un organismo sano; lo que no es recomendable es el uso y abuso de las grasas por muy saludables que éstas sean. Ya sabes, nada en exceso es bueno. Los ingredientes utilizados son muy interesantes por los nutrientes que continen, y una cucharadita de alguna de estas natas en nuestras ensaladas o postres nos ayudarán a realzarlas y a darnos un capricho de cuando en cuando sin dejar de cuidarnos.

Nata para el capuccino raw

Las natas vegetales las podemos preparar de muchísimas formas. Si estás familiarizado con la cocina raw food sabrás de sobras que para conseguir texturas y sabores en la cocina a veces se pierde la cabeza y el sentido de este tipo de alimentación: se añaden muchos ingredientes, se utilizan ingredientes muy grasos, difíciles de encontrar, con combinaciones de ingredientes muy poco digestas. En este sentido, por mucho que mi manera de alimentarme se englobe dentro del raw food, a mí cada vez más me cuesta verme dentro de este tipo de propuesta  generalmente mal llevada por aquéllos que saltan al mundo del crudo teniendo como premisa que lo único que hay que hacer es no utilizar el fuego. En ese sentido, si me preguntas, te diré que el término que más me define y con el que me siento identificada es el de alimentación viva. Una buena alimentación va mucho más allá de no utilizar el fuego para preservar vitaminas, minerales, proteínas, grasas, carbohidratos y enzimas intactos. Espero que esta parte de la buena alimentación empiece a tomar vuelo pronto en los platos de los recién llegados al crudo que, la mayoría de las veces, añaden y añaden ingredientes sin escrúpulos (más por ignorancia que por otro motivo) a sus platos con tal de complacer el paladar.

Nata de semillas de girasol

En mi artículo para la revista Cuerpomente he querido elaborar recetas sencillas con ingredientes vivos, como reza en el lema de mi blog. En cada receta sugiero una manera de usar estas natas tan saludables. Aunque el uso de todas las natas vegetales se podría resumir en cuatro palabras: están bien combinadas con verduras (sobre todo las verduras de hojas) y son aceptables las combinaciones con frutas ácidas o ácidos; si las natas son más mucho más grasas que proteicas, también sería aceptable (aunque no convendría abusar) con almidones (raíces como la zanahoria y la remolacha, por ejemplo).

Carrot cake slice

Aunque también se pueden hacer natas o cremas vegetales con frutas cremosas. Seguro que si me sigues no se te escapó la receta de mi pastel de cumpleaños de este año con nata de otoño, ¡Oh, my carrot cake!, ¿verdad? Bueno, pues si me sigues también sabes que esta receta está en mi blog desde diciembre del año pasado. ¿Te sirve para abrir boca?

Revista Cuerpomente, mayo de 2015

Si quieres el resto de recetitas y saber un poquito más sobre las seis natas vegetales de mi artículo, ahora sí, tendrás que consultar el número de este mes de Cuerpomente. La encuentras por sólo 3,00 euros en todos los quioscos y librerías de España. Y, lo que es mejor, este número incluye algunos artículos que segurísimo van a ser de tu interés.

¡Bon appétit!

Menú frugal, dieta para la longevidad

Tenemos la suerte, buena o mala, de vivir en una época en la que las carencias alimentarias podrían no existir. Con los alimentos que se producen a partir de la agricultura en todo el planeta, no existiría hambre en ningún rincón del mundo y todos estaríamos bien nutridos y sanos.

Sin embargo, cada día se tiran y desperdician cantidades impensables de alimentos que no han podido ser vendidos según la fecha recomendada por las autoridades para su consumo mientras hay conciudadanos que rebuscan en contenedores algo con lo que sustentarse, niños que presentan síntomas de desnutrición o mayores que se aquejan de enfermedades degenerativas causadas sin duda por los malos hábitos alimentarios y/o una falta de conciencia de la propia salud. Lo mismo es aplicable a nivel mundial: mientras en los países del primer mundo «cocinar es super trendy» y las food boutiques y restaurantes de moda proliferan con sus comestibles y menús nada éticos ni nutricios aunque bien ricos, en el tercer mundo son millares los que no tienen qué llevarse a la boca para su sustento.

Esta máquina opulenta del exceso de producto creada por la industria alimentaria actual no ha venido teniendo en cuenta la moralidad, la ética, la sostenibilidad, lo saludable de su ambicioso proyecto; y, aunque vivimos en una época de superabundancia, ni todos tienen acceso a los alimentos ni todos los que tienen acceso saben alimentarse con mesura y sentido. La obesidad se ha convertido en pandemia lo mismo que las enfermedades degenerativas. Comer, alimentarse, asimilar nutrientes son cosas muy diferentes. 

La Historia siempre tiene cosas que enseñarnos. Hoy, Mariano Maturana —al que ya conocerás por otros posts— nos deja una reflexión y nos relata la historia de Luigi di Cornaro (siglos XV–XVI) de la que seguro hay mucho que reflexionar. Te dejo con ella. Ah, y tras su historia, de regalito, dos recetas sencillas, frugales y nutritivas que espero que te gusten. Ya sabes, las comidas ligeras y con conciencia te llevarán a tu mejor estado de salud.

Luigi di Cornaro: la sencillez que dicta la Naturaleza

De todos los dietistas que han tratado el tema de la alimentación, analizando la salud de los seres humanos desde un punto de vista ético, el nombre más conocido y más popular, tal vez, ha sido el de Luigi di Cornaro (1465-1566), un activista veneciano que con su vehemencia personal plantó cara a la locura de los hábitos dietéticos predominantes en el siglo XVI. Pertenecía a una de las principales familias de Venecia durante el apogeo de su poder político. En una época en que esta ciudad se destacaba por la suntuosidad, la decadencia y la vulgaridad del modo de vida de las clases ricas dominantes. Durante su juventud, Luigi, que no hacía excepción a la regla, se distinguió por sus costumbres licenciosas y los excesos alimentarios. El consumo desorbitado de comidas y bebidas de todo tipo, en especial el alcohol, en los habituales banquetes y comidas cotidianas, deterioraron su condición física, cayendo víctima de un sinúmero de trastornos de salud, que convirtieron su existencia en una penosa carga. Entre sus 35 y 40 años pasó sus noches y días en un sufrimiento continuo. Probó todo los tipos de remedios conocidos de la época, hasta que estando a punto de morir conoció a un médico anciano que, yendo en contra de los prejuicios de la profesión médica y de las opiniones populares, tuvo el valor y el sentido común de prescribirle un cambio total de la dieta. Le dijo: «Mira, Luigi, deja tu vida desenfrenada, deja de beber, deja la comida rica, come tan poco como sea posible y no abuses de tu cuerpo. Entonces te pondrás mejor”.

Al principio Luigi aceptó este cambio de dieta impulsado por el miedo a la enfermedad y la muerte, pero con el transcurrir de los días encontró su régimen forzado casi intolerable, y, como él mismo nos cuenta en sus escritos, de vez en cuando recaía en su compulsión consumista por comer y beber lo que se le antojaba.

Pero estas recaídas lo arrastraban de vuelta a sus viejos sufrimientos y, para salvar su vida, se decidió por fin a practicar la abstinencia del ayuno y comer lo menos posible. De esta manera al final del primer año de su dieta restrictiva, se encontró totalmente liberado de todos sus múltiples malestares y enfermedades. A sus 83 años, escribió y publicó su primera exhortación a un cambio radical de la dieta con el título de Tratado de la vida sobria, en la que narra de manera elocuente su propio caso, y exhorta a todos aquéllos que valoran la salud y quieren liberarse de los sufrimientos físicos o mentales, a seguir su ejemplo. Su exordio, en el que aprovechó la ocasión para denunciar el despilfarro y la gula de las comidas que consumían los ricos, podría ser aplicado con poca o sin ninguna modificación de su lenguaje a las prácticas alimentarias de los seres humanos en la actualidad.

«Es muy cierto,» —comienza Luigi di Cornaro en su libro— «que la costumbre, con el tiempo, se convierte en una segunda naturaleza, forzando a los hombres a hacer aquello, ya sea bueno o malo, a lo que se han habituado; y vemos que la costumbre o el hábito saca a relucir lo mejor de la razón en muchas cosas (…) Sin embargo, todos estamos de acuerdo en que la intemperancia es hija de la gula, y la sobriedad hija de la abstinencia: (…) A pesar de esto la intemperancia es considerada una virtud y una marca de distinción, y la sobriedad es considerada como deshonrosa y como un síntoma de avaricia. Tales nociones equivocadas son producto del poder de la costumbre, establecida por nuestros sentidos y apetitos inmorales. Estos han cegado y embrutecido a los seres humanos a tal grado que, abandonando la senda de la virtud, han seguido la del vicio, que los han conducido imperceptiblemente a una vejez cargada de enfermedades extrañas y mortales (…)”

«¡Miserable e infeliz Italia!” —impugna Luigi a su propio país— “no puede ser que la glotonería mate cada año más habitantes de los que podría matar la más cruel plaga o las armas en muchas batallas. Esas fiestas verdaderamente vergonzosas ahora tan de moda, intolerablemente profusas donde no hay mesas lo suficientemente grandes como para contener el número infinito de platos (…) Cómo es posible vivir entre esa multitud de alimentos y enfermedades sin poner fin a este abuso que nos infringimos a nosotros mismos, en nombre del cielo, porque no hay un vicio más abominable que éste [se refiere a la glotonería] a los ojos de Su Divina Majestad. Acaben de una vez con esta plaga, la peor que nos ha afligido (…)”

“(…) Nada es mejor para este propósito (vivir feliz y sin enfermedades) que la sencillez dictada por la Naturaleza, que nos enseña a contentarnos con poco, para ejercer la práctica de la santa abstinencia y la razón divina y para acostumbrarnos a comer nada más que lo absolutamente necesario para sustentar nuestra vida; teniendo en cuenta que los excesos conducen a la enfermedad y la muerte, y que el hecho de dar al paladar una satisfacción que, siendo momentánea, trae al cuerpo una larga, duradera y desagradable enfermedad, que al final lo mata junto con el alma. ¿Cuántos amigos míos —hombres del mejor entendimiento y disposición amable— he visto arrastrados por esta plaga en la flor de su juventud?”

Luigi di Cornaro nos cuenta que llevó a cabo su ardua tarea de proselitista nutricional alentado por muchos de sus amigos, hombres de «el más fino intelecto» (di bellissimo intelletto), quienes a lo largo de los años lamentaron la muerte prematura de padres y parientes, y que por lo visto comprobaron las ventajas de la dieta que proponía Luigi, basada en la abstinencia y el ayuno, que a sus 83 años se conservaba en perfecto estado de salud. Según la Enciclopedia Británica falleció a la edad de 101 años, tranquilamente, mientras dormía.

Influenciado por sus lecturas de Pitágoras, Porfirio y otros clásicos redescubiertos en su época renacentista (fue contemporáneo de da Vinci), Luigi nos enseña en su libro que si primero el ser humano es capaz de dominar la ansiedad por consumir alimentos y bebidas sin límite, luego es más fácil evitar otros excesos que nos subyugan, como la melancolía, el odio y otras pasiones violentas. Nos dice que es posible aprender de nuestras debilidades para mejorar nuestra salud moral y corporal.

Luigi Cornaro explica que hay que tener conciencia y saber cuánta es la cantidad de comida necesaria para sostener la vida de una persona. Dado que la cantidad de alimentos necesarios para mantener una excelente salud y ánimo es tan pequeña, es chocante darse cuenta que nosotros, con muy pocas excepciones, comemos en exceso y nos auto-inflingimos un sinfín de miserias en nuestras vidas, que generan enfermedades físicas y mentales. Luigi concluye que la clave para la salud y la felicidad está indisolublemente vinculada a la cantidad de alimentos que consumimos diariamente. “Cada bocado que consumimos más allá de lo estrictamente necesario para mantener la vida, desperdicia energía física y mental a una velocidad terrible. Si un sólo factor se considerara como el más importante para la salud y la felicidad, ésta sería la misma. Los que son glotones comedores compulsivos deben reflexionar profundamente sobre esta cuestión”.

A comienzos del Renacimiento una ideología vegetariana era algo poco frecuente. Europa había sido arrasada por la peste. La falta de alimentos y la pérdida de las cosechas provocaron hambrunas y enfermedades. La carne era escasa, un lujo para los ricos que vivían en la opulencia y comían y bebían en exceso. En el siglo XVI Luigi di Cornaro fue un autor poco frecuente. Seguramente, por desconocimiento científico, no comió los alimentos de calidad que hoy se recomendarían. En esos días no se conocía la importancia de los alimentos frescos, era a finales de 1400, principios de 1500. Luigi consumía diariamente 350 gramos de alimentos que pesaba con exactitud. Comía una yema de huevo; una sopa de verduras con un poco de tomate y un ínfimo trozo de pan duro y seco que utilizaba para remojar en la sopa; bebía 414 ml de zumo de uva fermentada. Ésa fue su dieta. No comió nada más. No comió pollo, ni pescado. Seguramente si hubiese seguido una dieta vegana incorporarando todos los nutrientes recomendados por la ciencia hoy en día hubiese vivido 120 años.

Porridge frugal para Luigi Cornaro

Porridge de clorofila y frutos rojos

Tiempo de preparación: 5 min Tiempo de cocción: no necesita Listo en: 5 minutos
Para 1 persona

Ingredientes

125 gr de espinacas baby
10 hojas de menta
1/2 manzana
1 puñadito de arándanos
2 fresones
1 puñadito de brotes de pipas de girasol, deshidratados
1 puñadito de brotes de alfalfa

Método de preparación

Combinar las espinacas, la manzana, la menta y la menta en una batidora de vaso y batir hasta obteher una bebida aterciopelada muy suave.
Servir en un bol y decorar con los arándaos, los fresones y las pipas de girasol.
Preceder de un vaso (250 ml) de zumo de uva recién exprimido.

Ensalada frugal para Luigi Cornaro

Ensalada frugal

Tiempo de preparación: 5 min Tiempo de cocción: no necesita Listo en: 5 minutos
Para 1 persona

Ingredientes

50 gr de espinacas baby
25 gr de rúcula
25 gr de lechuga morada
1 C de pimiento rojo, cortado en cubitos
1 C de zanahoria, cortada en cubitos
1 c de alcaparras
1/2 hoja de col lombara, cortada en tiras finas
1 puñadito de brotes de alfalfa
1/4 de manzana, cortada en láminas
3 olivas negras
1/2 seta shiitake, macerada en tamari unos 5 min
1/2 naranja, el zumo

Método de preparación

Combinar las espinacas, la rúcula, la lechuga, el pimiento rojo, la col lombarda y la zanahoria en un bol y mezclar bien.
Servir en un bol y decorar con los brotes de alfalfa, las olivas negras, la manzana, las alcaparras y la seta shiitake.
Regar con el zumo de naranja como aliño.
Preceder de un vaso (250 ml) de zumo de uva recién exprimido.

¡Bon apéttit!

Enlaces relacionados:

Discurso de la vida sobria

 

Desayuno de fin de semana: trigo sarraceno + horchata + fruta

¡Mira qué receta más sencillita y más completa tengo hoy para tí! Y es bellísima, con una belleza sutil que rebela mucho de su autora. Sí, sí, en efecto, hoy te traigo otra colaboración, esta vez de Elena Vidal, que tiene un proyecto súper interesante y súper bonito que estoy segura que te va a encantar: Sana Coctione. Si llevas una dieta alta en crudos pero consumes algún cocinado, en el blog de Elena vas a encontrar inspiración para rato, consejos, recetas y todo el amor con el que ella prepara esas recetas maravillosas de las que nos habla.

Pero no te vayas aún, porque esta recetita que nos regala hoy Elena es súper sencillita de preparar, la puedes dejar medio preparada  por la noche para un desayuno energético al día siguiente antes de salir al trabajo o, como hace Elena, para disfrutar en familia el fin de semana.

Me encanta de esta receta la sencillez de su horchata, que no lleva ningún endulzante si no son los azúcares naturales de la fruta. La verdad, yo endulzo mis horchatas con zumo de manzana recién exprimido y son ES PEC TA CU LA RES.

La horchata preparada en casa la puedes guardar máximo unos tres días en la nevera, a partir del tercer día empezará a fermentar y verás que se forma una especie de poso pastoso nada agradable al paladar. Es lo que tienen las bebidas sanas y naturales, no se pueden conservar eternamente, sino por espacios de tiempo bien cortitos, como tiene que ser, ¿no te parece? Yo hace muchos años que preparo mis leches vegetales, nada que ver con las que venden en bricks en la tienda y, sinceramente, nada pero nada que ver. Si no has preparado aún las tuyas, mira qué ocasión más que ni pintada con este súper desayuno energético y natural que nos propone Elena.

Te dejo ya con ella. Te anticipo que te va a encantar.

¡Bon appétit!

Desayuno de fin de semana: trigo sarraceno + horchata + fruta

Conocí personalmente a Consol, una experta en alimentación viva, en la Feria Eco de Reus, aunque ya llevaba mucho tiempo siguiendo su blog, sus recetas y los fantásticos consejos y conocimientos que comparte con todos nosotros. Su sencillez y sus ganas de trasladar toda su experiencia me cautivaron desde el primer día.

Y, hoy, aquí estoy, escribiendo para su blog, ¡¡¡vaya honor!!!  Una receta de Sana Coctione en el blog de Kijimuna’s Kitchen, quién me lo iba a decir.

Después de muchas reflexiones y pruebas, he conseguido una receta sencilla, práctica, en la que mi esencia está presente y en la que después de los consejos de Consol hemos llegado a una buena combinación de alimentos. Trabajo con un cereal/grano libre de gluten, una fruta de temporada y con una leche vegetal. Combinando únicamente estos tres tipos de alimentos puedes conseguir desayunos variados y completos ideales para toda la familia.

En esta receta los alimentos que he escogido son:

— leche vegetal: la horchata, la bebida mediterránea que no debemos dejar perder , una bebida vegetal preparada con unos pequeños tubérculos, la chufa. Tiene el tamaño de una avellana pequeña y un sabor de escándalo, me recuerda a las almendras dulces. Para preparar esta bebida resulta tan fácil como la preparación de cualquier otra leche vegetal, donde las chufas son trituradas con agua y luego exprimidas consiguiendo un sabor muy agradable al que, sinceramente, no hace falta añadir azúcar. Entre sus principales nutrientes es rica en carbohidratos de fácil asimilación, siendo un alimento reconstituyente y energético, apropiado para los niños, deportistas o para épocas o estados  de cansancio. Su segundo mayor componente es la grasa, del tipo omega 9 con efectos cardiovasculares. También destaca por sus propiedades digestivas, contiene enzimas que nos ayudan al proceso de digestión.

Ingredientes

1 taza de chufas
3 tazas de agua filtrada

Método de preparación

Deja en remojo las chufas durante unas 8 horas; te aconsejo hacerlo durante toda la noche,  de esta manera al levantarte ya podrás preparar tu horchata.

Escurre las chufas y pásales un agua.

Ponlas en una batidora junto con tres vasos de agua. Bate durante 10 minutos o hasta que queden bien trituradas.

Vuelca todo el contenido a una bolsa para leches vegetales o un paño limpio y fino. Exprime y aprieta fuerte de manera que la leche te quede en el bol y separándola de la pulpa de la chufa, que se quedará en tu bolsa para leches vegetales.

Y ya tienes lista la horchata. La pulpa, si quieres, la puedes aprovechar, mezclando con otras harinas, para preparar galletas, salsas, etc., aunque no en crudo.

Pudding de trigo sarraceno, horchata y fruta

Fotografía: Elena Vidal

 

Pudding de trigo sarraceno, horchata y fruta

Fotografía: Elena Vidal

 

— cereal o grano libre de gluten: el trigo sarraceno o alforfón, un grano que aunque es poco conocido y usado en nuestras cocinas resulta muy nutritivo y saludable. Aproximadamente, contiene un 70% de hidratos de carbono en forma de almidón que junto a la fibra nos proporciona energía constante. Sus vitaminas del grupo B y también el magnesio  contribuyen a un buen funcionamiento de la mente y del sistema nervioso. Al comerlo te deja una sensación de satisfacción ya que contiene un potente inihibidor de la absorción de la glucosa que reduce el índice glucémico de los hidratos de carbono y consecuentemente reduce el apetito, resultando un alimento muy bueno para los diabéticos. Y encima es libre de gluten de manera que los celíacos pueden tomarlo sin problemas. En la cocina macrobiótica lo consideran un alimento muy yang, por lo que aconsejan tomarlo en estaciones yin, como es el caso, el invierno, ya que nos aportará calor. Un dato importante es que si lo dejamos en remojo podemos tomarlo en crudo y no hace falta cocinarlo.

Otras opciones que podríamos usar para la receta, aunque no sería crudo: quinoa, mijo, avena…

Pudding de trigo sarraceno, horchata y fruta

Fotografía: Elena Vidal

– fruta: siempre recomiendo tomar las frutas de temporada y de proximidad, las propias de nuestra tierra mediterránea, ya que nos aportaran los nutrientes que nuestro cuerpo necesita en cada momento del año. En este caso tenemos que optar por frutas neutras para que combinen perfectamente con el grano escogido, en este caso la pera, una fruta con abundante fibra y vitaminas, entre las que destaca el ácido fólico, baja en calorías y carente totalmente de sodio.

Otra buena opción sería la manzana.

Pudding de trigo sarraceno, horchata y fruta

Fotografía: Elena Vidal

— Y, por ultimo, una nota de color, sabor  y un extra de calor: canela, la canela y otras especies tienen un efecto termogénico y nos irá muy bien incluirlas en nuestras recetas en las épocas de frío. También me encanta como queda con cacao y vainilla.

Resultado, un desayuno completo que me encanta y que tomo la mayoría de fines de semana. Los sábados o los domingos por la mañana los aprovechamos para practicar deporte en familia, correr unos kilómetros, una salida en bici o una caminata por la montaña, ya sabéis, el deporte, el ocio y el bueno rollo familiar resultan tan importantes como una buena alimentación. Así que este desayuno, que hoy comparto con tanta ilusión, forma parte de mis fines de semana ya que aporta a toda la familia ese empujón energético, saludable y sabroso que necesitamos para una mañana llena de actividades físicas y emocionales.

Ingredientes

Para 1 persona

30 g de trigo sarraceno
1 vaso de horchata
1 pera
1 cucharadita de canela

Método de preparación 

Deja en remojo un mínimo de 4 horas el trigo sarraceno.

Bate todos los ingredientes a la vez, hasta obtener una textura fina y homogéna.

Sirve en un vaso y decóralo con alguna fruta de temporada como por ejemplo unas fresas, frutos rojos o granada.

Pudding de trigo sarraceno, horchata y fruta

Fotografía: Elena Vidal

 

Leche especiada de avellanas con cacao calentita para el invierno…

…o fresquita para el verano.

Sí, sí, las bebidas vivas y naturales, ya sean dulces o saladas, las podemos calentar un poquito en invierno, en los meses de frío. No por calentar un poco vamos a perder todos los beneficios y ventajas nutritivas de nuestros alimentos y sí que vamos a beneficiarnos del confort de una bebida tibia e incluso calentita —o fresca— según nos apetezca en cada estación. Para calentar, lo mejor es evitar poner la bebida en el fuego. En vez de usar fuego, podemos añadir el agua ya caliente en el momento de batir, muchísimo mejor. Así nos aseguramos que el agua está a una temperatura correcta: sumerge un dedo en el agua y decide cuál es la temperatura, que no te queme, que le quieres dar a tu bebida.

Y es que, ¡brrrrrr! Madre mía qué frío estos días, ¿verdad? Sí o sí apetece una bebida bien calentita, ¿no te parece? Y ésta que te dejo hoy aquí se prepara en un periquete, así que es ideal para cuando tengas menos tiempo entre semana, que vamos todos siempre súper ocupados pero eso no es motivo para dejar de cuidarse, no, no, ¡al contrario!

Además, este chocolate calentito es una delicia. Eso sí, hay que tener en cuenta que para preparar la leche vegetal mejor remojar una taza de avellanas crudas durante unas 8 horas y luego enjuagarlas bien antes de utilizarlas. 

Aquí viene la receta, apunta, apunta, te va a encantar.

Tiempo de preparación: 10 min Tiempo de cocción: no necesita Listo en: 10 minutos
Para 1 litro

Ingredientes

2 tazas de avellanas, remojadas durante 8 horas o durante la noche y lavadas
1 litro de agua caliente al gusto, preferiblemente a unos 40 ºC
2 c soperas de alagarroba en polvo cruda
2 c soperas de cacao en polvo crudo
2 c soperas de sirope de arce o azúcar de coco
1 pellizquito de sal
1/2 c pequeña de semillas de vainilla
1 c pequeña de canela en polvo
1 c pequeña de jengibre en polvo

Leche vegetal de avellanas

Método de preparación

Para preparar esta leche, combina las avellanas ya lavadas con el agua tibia en una batidora de vaso, bate bien y cuela con un colador de malla fina o con una bolsa para hacer leches vegetales, como hago yo.

Una vez filtrada, vuelve a colocar la leche en la batidora de vaso y añadelas  2 cucharadas soperas de cacao en polvo y 2 cucharadas soperas de algarroba en polvo cruda, 1/2 c. pequeña de semillas de vainilla, 1 c. pequeña de jengibre en polvo, 1 c. pequeña de canela en polvo y un pellizquito de sal marina o sal del Himalaya.

Y ya está, ahora bate bien en la batidora de vaso hasta obtener una bebida homogénea.

Una delicia, ya lo verás. si no tienes avellanas, las puedes sustituir por cualquier fruto seco de tu elección. Ah, y no te olvides que los frutos secos que venden pelados no suelen ser crudos, cómparalos crudos y con la piel y luego los remojas —los activas— y lavas bien. La piel no hace falta que la quites, se queda en el colador o en la bolsa de hacer leches vegetales.

Esta bebida calentita no sólo te ayudará a refugiarte del frío en estos días, sino que te aportará ácidos grasos esenciales, minerales, vitaminas, proteínas y el efecto termogénico de la canela y el jengibre te ayudarán a calentarte mejor. Es más, esta bebida contiene todos los aminoácidos esenciales, es rica en el complejo de la vitamina B, vitamina E y K, es rica en calcio, fósforo, potasio, selenio, sodio, zinc, magnesio y es riquísima en cobre, hierro y manganeso.

¿Es muy energética? Pues sí, te dejará cargado de energía para todo el día.

Pero, ¿es muy calórica y muy grasa? Pues mira, en esta receta hay para un litro de leche chocolateada. Si te tomas medio litro, estás tomando unas 220 kcal, muy poquito, y sólo unos 6 gramitos de grasa natural y saludable; no se te olvide que nuestros órganos vitales necesitan de ácidos grasos esenciales de buena calidad para su salud y correcto funcionamiento.

Bueno, esta maravilla de leche con cacao la tienes que probar, estoy segura que la tomarás más de un día y más de dos.

¡Bon appétit!

Chocolate a la taza suizo y la historia del comerciante de dátiles

Hoy tengo un regalito para tí. Sí, sí, un regalito; porque sé que te lo mereces. Y, ¿cómo lo sé? Pues lo sé porque si has dado con este blog y me sigues, me consta que tienes como propósito seguir una alimentación lo más saludable, lo más fisiológica, consciente y natural posible.

Peeero, eso no es fácil, ¿verdad? Madre mía, si nada más salir a la calle y caminar cuatro manzanas y ¿cuántas panaderías, pastelerías, take away, restaurants, cafés podemos pasar de largo? Donde yo vivo, este fenómeno es hasta ridículo; un paseo de 15 minutos puede parecer un vídeo juego de saltar obstáculos… A ver cuántas tentaciones no saludables somos capaces de dejar pasar de largo sin desfallecer.

Aunque, la verdad, si uno se lo propone, lo consigue. Y, no sólo eso, se recarga de fuerza y valor para seguir con la apuesta propia, la voluntad de cuidarse. Es cierto que a veces echamos de menos muchas recetitas no tan saludables, ¿verdad? Especialmente las relacionadas con los buenos recuerdos y con la infancia, con lo que nos cocinaba mamá o la abuela. Y ¿qué podemos hacer entonces? Pues en mi caso, ya lo ves, imaginación al poder y no sólo no me quedo sin mi antojo, sino que además lo convierto en algo bien saludable para cuando me apetezca repetir, como este chocolate suizo sin lácteos y sin frutos secos y con muy poquita grasa que hoy te voy a regalar. Y, si lo prefieres, si no le pones la nata, pues con casi nada de grasas.

Además, mira, no sólo es delicicioso, consciente, ético, fácil, bello, sino que es una bomba nutritiva… Sí, sí, ya verás cuando lo pruebes lo saciante que es. Con un poquito ya quedas lleno, y es porque los ingredientes continen muchos nutrientes saludables y son bien calóricos, justo lo que necesitamos para el invierno.

Entre las propiedades nutritivas de esta chocomaravilla tienes en la nata: calcio, hierro, manganeso, fósforo, zinc, vitamina B (sobre todo tiamina, riboflavina, niacina, ácido fólico), ácidos grasos saludables omega 3 y 6, todos los aminoácidos esenciales (proteínas que no podemos sintetizar), vitamina E, vitamina C, carotenos; y en el chocolate: calcio, cobre, hierro, magnesio, manganeso, fósforo, potasio, selenio, zinc, vitamina B (sobre todo tiamina, riboflavina, niacina, ácido pantoténico, piridoxina) y, de nuevo, todos los aminoácidos esenciales, omega 3 y 6.

Todos estos nutrientes nos vienen de maravilla para construir tejido de todo tipo (conjuntivo, musucular, óseo), mantener nuestros órganos vitales saludables, aportar grasas sanas a nuestro organismo, aportar nutrientes necesarios para la salud de la piel, el cabello, las uñas y el sistema inmune, aportar azúcares de buena calidad… Y, lo mejor, tenemos una merienda emocional de la que podemos disfrutar sin absolutamente nada de culpa. Una maravila, ¿no te parece?

La receta original, en vez de cacao en polvo, lleva algarroba en polvo cruda; pero si eres un chocolate lover, lo puedes sustituir por cacao en polvo al gusto. Recuerda siempre que el cacao es excitante, así que cuidadín con la hora en que lo tomas; no sea que luego no puedas conciliar el sueño, ya que esta bebida es también muy energizante. Y, otra opción sería combinar algarroba y cacao, 50% y 50%. Mira, es tan energética y viene tan cargada de propiedades que hasta podría sustituir una comida. Así ha tenido que ser en mi caso, lo hice para merendar y tengo la sensación de no necesitar comer en un mes. Bueno, bueno, sin exagerar, ya lo sé. Eso sí, la digestión ha sido ligerita, ligerita. Qué maravilla.

Pero, pero, pero… aún hay más. No sólo tienes hoy esta recetita que puedes preparar calentita en casa en un plis plas, sino que además te dejo una historia preciosa de la mano de Mariano Maturana. Ya lo conocerás si leíste la entrada Dobladillos de alma con frutos del bosque y el misterio de las manzanas. Así que huelga presentación, yo sé que a muchos os encantó la historia de Mariano, pero, la de hoy es una maravilla. I am so loving it! Así que ya sabes, tómate tu tiempo para regalarte este capricho, con tu chocolate en mano y una historia que leerte o leer a alguien bien bonita mientras disfrutáis de este súper chocolate suizo raw vegan ideal para el invierno.

Tiempo de preparación: 20 min Tiempo de cocción: no necesita Listo en: 20 minutos
Para 2 chocolates

Ingredientes

Para la nata
½ taza de tahini blanco crudo
½ taza de zumo de naranja recién exprimido
¼ c pequeña de sal del Himalaya o de mar (opcional)
¼ taza de agua filtrada o de manantial

Para el chocolate
4 tazas de dátiles deshuesados y remojados en una taza de agua durante 24 horas
1 taza de agua filtrada o de manantial tibia al gusto
2 c soperas de algarroba cruda en polvo
¼ c pequeña de sal del Himalaya o de mar (opcional)
½ c pequeña de canela en polvo (opcional)
½ c pequeña de jengibre en polvo (opcional)

Método de preparación

Para la nata
En una batidora de vaso batir todos los ingredientes hasta conseguir una textura muy suave y densa. Reservar en un recipiente de cristal tapado en la nevera mientras preparas el chocolate.

Para el chocolate
Este chocolate lo puedes preparar en el fondo con sólo tres ingredientes: dátiles, agua, algarroba/cacao, pero a mí me gusta añadir un pellizquito de sal marina o del Himalaya y algunas especias, puedes escogerlas a tu gusto.

Para preparar el chocolate, en una batidora de vaso batir todos los ingredientes hasta conseguir una textura muy suave y densa, no descartar el agua de remojo de los dátiles. Obtendrás un chocolate muy muy muy espeso. Así es como a mí me gusta, pero si a ti te gusta más líquido, sólo tienes que añadir más agua y volver a batir.

El agua, yo la añado tibia, a unos 38 ºC —ya sabes cómo soy con este tema, ¡ja!— o, con la batidora turbo, se calienta un poco en el proceso de batir. Aunque este chocolate es tu capricho. Si te apetece el agua más calentita, lo tienes que decidir tú. No la vamos a poner hiriviendo, ¿verdad? Y se trata de un capricho saludable para calentarse en invierno, ¿verdad? Cada uno tiene su momento y está en una fase diferente en su proceso de cuidarse y de cambio en la alimentación. Aquí te toca decidir a tí, sea la que sea la temperatura de elección, va a estar bien; porque jamás va a ser un chocolate requete recocinado y no tiene ningún ingrediente sucio, sólo bondades. Es más, la parte grasa, que es la más inestable al calor, no la vamos a calentar sino que la serviremos a temperatura ambiente.

Por cierto, hablando de servir… Hora de servir ya los chocolates en la taza y decorar inmediatamente con la súper nata. Puedes utilizar una manga pastelera como yo he hecho para decorar el chocolate con la nata, o simplemente servir la nata con una cuchara sopera; una solución más rústica, pero igual de bonita e igual de deliciosa.

¡En fin, en fin! Ya está el chocolate suizo listo. Y aquí debajo te dejo tu historia. Una historia preciosa, ya verás. ¡Disfruta muchísimo!

¡Bon appétit!

Chocolate a la taza suizo

Historia de Abd al-Samad bin Abd al-Qaddus al-Samudí, el comerciante de dátiles

Es difícil aseverar con certeza cuándo comienza el veganismo como idea y práctica social. Las referencias históricas que se remontan a la antigüedad sólo son comentarios y textos de eruditos e historiadores que comentaron la obra de otros eruditos cuyos originales han desaparecido. Los únicos datos que se pueden comprobar con certeza son a partir de comienzos del siglo XIX ya que existen las referencias escritas. Uno de los primeros individuos registrados oficialmente como seguidor de una dieta vegana fue el Doctor William Lambe en 1806. También hay referencias de que el poeta romántico inglés Percy Bysshe Shelley era vegano. Sin embargo uno de los personajes que más me atraen por su historia personal llena de anécdotas sorprendentes es Amos Bronson Alcott, un activista vegano en toda regla de la época que dedicó su vida a la educación. Amigo del poeta trascendentalista norteamericano Ralph Waldo Emerson quien le ayudó incontables veces a subsistir, ya que Amos se encontró a menudo en la total indigencia junto a su familia, a causa de sus principios extravagantes que iban contracorriente de los valores de sus contemporáneos. Una de sus hijas, Louisa May Alcott escribió el famoso libro «Mujercitas«, donde se ficciona de forma magistral la vida de su familia, de su esposa Abby y sus cuatro hijas. Una de las casas donde vivió con su familia es aún recordada, se le llama ‘La casa huerto’ (Orchard House) en Concord, Massachusetts. A continuación reproduzco un encuentro que tuvo Amos con un personaje que cambió su vida y le decidió dedicarse al activismo humanista y vegano.

Un amanecer de la primavera de 1829 Amos Bronson, a sus 32 años, volvía a Walcott en Connecticut de uno de sus viajes de negocios por la costa atlántica norteamericana. Por esas cosas del destino decidió pasar antes por New Haven ya que un amigo le había dicho que una naviera había importado un cargamento de especias y lo estaba distribuyendo a buen precio. El puerto era un hervidero de actividad frenética, eran los albores de la revolución industrial, por doquier aparecían nuevas calles, se levantaban edificios, barracones, fundiciones. Amos Bronson observó con desazón la multitud de viandantes y jinetes de rostros optimistas que iban de un lado para otro, sumergidos en la incipiente nube maloliente del progreso. Él por su carácter prefería el aire limpio que permitía identificar los olores de las hierbas y el susurro al oído de la brisa que le recordaban su niñez. Su bajo nivel educativo, ya que provenía de una familia con recursos limitados, lo había llevado a su trabajo de vendedor viajero, pensaba que le daría la oportunidad de conocer nuevos horizontes, aprender nuevas cosas, suponiendo que así podría satisfacer su espíritu inquieto, curioso y aventurero. Aunque en la práctica su profesión sólo le había servido para desarrollar el juicioso hábito de la lectura. En sus continuos viajes solía llevar diversos libros consigo, con lo cual fue ampliando sus conocimientos en diversos temas, en especial la poesía y la filosofía. Antes de pasar por la naviera dio un paseo junto al muelle. Su mirada no era la misma que la primera vez en New Haven, cuando se sintió maravillado por el ambiente de prosperidad del puerto. Ahora buscaba los detalles exóticos que a menudo aparecían entre las cargas que salían de las entrañas de los barcos atracados, los esforzados estibadores y los sufridos caballos tirando los pesados carros. Sentía una lástima inevitable al contemplar esos animales, le parecían víctimas inocentes del acontecer humano. Sumido en sus pensamientos contradictorios, entre lo maravilloso de la vida misma y la pesadumbre que le provocaba el paisaje de la civilización, decidió ir a la naviera en cuestión.

De pronto un hombre llamó su atención, estaba de pie junto al muelle sosteniendo una pequeña maleta. Era delgado y de estatura media, vestimenta austera pero elegante. Tenía una edad indefinible, parecía anciano, aunque su postura, sus ojos y su rostro moreno irradiaban juventud. A pesar del cansancio del viaje, ya que recién desembarcaba, se movía con agilidad pero pausadamente, como calculando cada movimiento. Al pasar junto a él sus miradas se cruzaron, le hizo una imperceptible reverencia. Amos no pudo aguantar su curiosidad y se acercó a conversar con él. Venía en un barco mercante, procedente de Argelia. Abd al-Samad bin Abd al-Qaddus al-Samudí viajaba con un cargamento de dátiles. Resultó ser un hombre experto, comerciante, políglota, sabio en muchas materias, que había viajado mucho por África, Europa y Asia, en el desierto y en el mar, conocía las personas, los prodigios de cada lugar, las tierras y las comarcas. Fascinado por aquel hombre exótico Amos Bronson decidió posponer por un rato sus negocios. Como era aún temprano de mañana le propuso ir a comer algo juntos. Abd al-Samad aceptó. Fueron a una taberna conocida por Amos y que era frecuentada por marineros y viajantes. El tabernero les sirvió un guiso estofado, huevos cocidos, pan seco y una jarra de café. Mientras Amos comía con apetito Abd al-Samad lo contempló en silencio sin probar bocado. Fue entonces que aquel desconocido cambió su vida para siempre. Le preguntó por qué no comía, seguramente la comida del barco no había sido de las mejores y tendría hambre después de semejante viaje cruzando el Atlántico. Abd al-Samad le confesó que hacía dos semanas que hacía ayuno, la primera semana de viaje había comido solamente dátiles. Agregó que los Tuaregs vivían principalmente de este mágico fruto, por otra parte los alimentos esenciales de las culturas originarias de la costa sur del Mediterráneo eran los dátiles y las olivas. Al ver la cara de sorpresa de Amos le explicó que solía comer muy poco, por otra parte no consumía carne, pero no por razones religiosas, él era un musulmán sufí, sino por la educación que había recibido de su familia. Salieron de la taberna y se instalaron en un agradable lugar donde una señora viuda, conocida de Amos, servía té y bizcochos que ella misma preparaba.

Por un ventanal del salón, iluminado por la luz diáfana de la primavera, se veía el mar. A pesar del poco tiempo que se conocían conversaron como dos viejos amigos. Abd al-Samad, que por cierto solamente bebía té, le preguntó, ¿sabes cuál es el principal alimento del ser humano? Amos intentó adivinar la respuesta diciendo que el agua. Pues no, era el aire. Si se dejaba de respirar se moría en un instante, si se dejaba de beber agua se podía vivir varios días, sin comer nada se podía estar mucho tiempo. Sorprendido por este razonamiento irrefutable Amos le pidió que le explicara sus ideas y le hablara de sus conocimientos y experiencias. Abd al-Samad le refirió que su historia comenzaba en el año 755 durante el reinado del príncipe de la dinastía Omeya Abd al-Rahmán I, también conocido como al-Dakhil ‘el Inmigrante’, Saqr Quraish ‘el Halcón de los Quraysh’ y el ‘Halcón de al-Andalus’, futuro califa de al-Andalus. A sus 18 años, tras huir de Damasco junto a su fiel amigo Badr, un liberto griego con el que había compartido su infancia, perseguido por los Abasíes que habían masacrado a toda su familia, logró encontrar refugio en el norte de África gracias a la protección de diversas tribus beréberes en Mauritania, ya que su madre había sido una concubina cristiana de origen beréber y su padre el príncipe Omeya Mu’awiya ibn Hisham.

En 755 Abd al-Rahmán I se estableció en Ceuta con un pequeño ejército cuyo propósito era invadir la Península Ibérica, aprovechando la debilidad y las rencillas internas de los emires y generales que controlaban ese territorio desde 711. Durante una de sus reuniones, en que rodeado por su visir Yusuf al-Fihrí, generales, autoridades, magnates, sabios y consejeros, recibía en audiencia a delegaciones y visitantes, apareció un anciano de aspecto venerable, vestía una chilaba raída y larga barba blanca, sus ojos y su rostro moreno irradiaban juventud, decía llamarse Musa al-Samudí. Interrogado por el visir para que manifestara el motivo de su presencia en la corte, el anciano explicó que según la profecía de Maslama, tío abuelo de Abd al-Rahmán I, él restablecería la fortuna de la dinastía Omeya, fundaría un reino basado en la justicia, la riqueza, la paz, la armonía y la larga vida de cada uno de sus habitantes. Por eso estaba allí, para enseñarle la ruta hacia ese lugar. Aunque las palabras del anciano fueron recibidas con sonrisas burlonas por los presentes, el joven príncipe intrigado le preguntó en qué dirección estaba esa ruta. Musa respondió que había que internarse en el desierto, a lugares al que sólo el cartaginés Hanno ‘El navegante’, desde la costa atlántica de África, había enviado una expedición terrestre en el pasado remoto de los tiempos. A lo cual Abd al-Rahmán I le dijo que estaba equivocado, ya que su reino iba a ser Córdoba y su propósito era conquistar las tierras de los francos, para lo cual iría en el sentido contrario cruzando el estrecho. Le preguntó qué riquezas había en ese lugar. El anciano dijo que la mejor riqueza de todas, una larga vida rodeada de paz y tranquilidad, con agua, frutas y verduras. Abd al-Rahmán I, que a pesar de su juventud y carácter militar producto de las desventuras de su destino, se caracterizaba por su buen entendimiento en todo tipo de materias, le dijo que la fortuna y el éxito de un monarca consistía en sus triunfos militares, sus conquistas y los pueblos que le reconocían como tal. Su riqueza en la cantidad de oro, piedras preciosas y todo tipo de lujos que lograba acumular. La herencia de un monarca debían ser sus edificios y obras que perduraban de generación en generación, los palacios, las mezquitas, las fortalezas. El anciano le respondió con el máximo respeto y deferencia, diciéndole que había olvidado algo muy importante, la alimentación, que era la base para vivir bien, evitando malestares y enfermedades. Según el anciano la obra más importante de la civilización era el huerto donde el ser humano volvía a vivir la felicidad del paraíso perdido, el huerto era un jardín donde la abundancia estaba al alcance de la mano, no había riqueza más grande que ésta, el resto era una ilusión. El oro compraba las voluntades sin dar paz ni al cuerpo ni al espíritu, al contrario, era fuente de tormento ya que cuando lo poseías tenías miedo de perderlo. Contó que aunque los historiadores lo habían olvidado, en realidad los famosos jardines de Babilonia eran extensos huertos que alimentaban a sus habitantes y no espacios donde paseaban los reyes y su corte. Es por ello, concluyó, que la parte más importante de un palacio era su jardín y por consiguiente la parte más importante de una ciudad eran sus huertos. Abd al-Rahmán I, intranquilo por el paso del tiempo y obsesionado con los preparativos de su ejército agradeció a Musa al-Samudí sus consejos, preguntó a los presentes si alguien estaba dispuesto a acompañar al anciano en la ruta que proponía. Todos miraron para otra parte haciéndose los desentendidos. Al ver la reacción de los miembros de la corte Musa buscó en la bolsa que llevaba de equipaje y sacó un pergamino que entregó al príncipe. Según Musa al-Samudí en el pergamino había una lista de árboles y plantas consideradas como las esenciales para llevar una vida sana. Al ver esa lista un joven escriba se adelantó y comunicó a Abd al-Rahmán I que él estaba dispuesto a acompañar al anciano en su ruta hacia el sur. Una vez cumplida su misión volvería a informar del resultado del viaje.

Abd al-Samad interrumpió su relato por un momento y se quedó observando el horizonte. Amos Bronson le sugirió que salieran a pasear bordeando el mar, aprovechando el agradable clima de esa mañana primaveral. Fueron dejando atrás el ajetreo del puerto. Amos estaba ansioso por saber cómo continuaba la historia. Abd al-Samad le contó que en esa lista estaban todos los árboles frutales, verduras y plantas aromáticas mediterráneas necesarias para llevar una alimentación sana. La mejor alimentación provenía de aquellas frutas y verduras que recibían la luz del sol directamente y que la transformaban en los nutrientes que el ser humano necesitaba. La lista fue copiada por orden de Abd al-Rahmán I y los sabios y eruditos que le acompañaban la llevaron consigo hasta la conquista de Córdoba, donde se crearon jardines basados en los huertos que Musa al-Samudí había descrito. Fue tal la fama que alcanzaron en esa época que la lista fue copiada innumerables veces hasta que llegó a manos de Carlomagno, que ordenó traducirla al latín e incluirla en los capítulos 43, 62 y 70 de su ‘Capitulare de villis vel curtis imperialibus’ que contenía las plantas, árboles, arbustos y hierbas que debían ser cultivadas en jardines reales y monasterios, en un intento por reformar la agricultura de sus inmensos dominios, que se extendían desde Alemania hasta el norte de España. El joven príncipe Abd al-Rahmán I se convirtió en el primer califa de la dinastía Omeya que reinó en al-Andalus por más de 300 años.

En el año 783 en Córdoba, durante una de las habituales recepciones del Califa, aparecieron Musa y el escriba de regreso de su viaje por el Sahara. Abd al-Rahmán I contempló estupefacto a Musa, ya que conservaba el mismo aspecto de anciano venerable, como si los años no hubiesen transcurrido. El escriba no se veía joven como hacía 28 años, pero tenía un aspecto juvenil debido a la delgadez esbelta que había desarrollado. Informó al Califa que la tribu del anciano había encontrado un magnífico y enorme oasis que se alimentaba de las corrientes subterráneas que traían el agua desde las montañas de Tassili n’Ajjer. Reveló que las grandes dunas que cubrían el Sahara eran sólo una débil piel que cubría la abundancia de la tierra, los granos de arena de las dunas eran producto de la erosión de las montañas y eran partículas arrastradas por el viento que se depositaban sobre esa enorme planicie desde hacía miles de años producto de los avatares del clima y la Naturaleza. El Califa, maravillado con esta increíble historia, ordenó que fueran recibidos con los máximos honores y que su historia fuera descrita en todos sus detalles para que las futuras generaciones aprendieran la sabiduría de la buena alimentación, fuente de armonía espiritual y felicidad. Lamentablemente el libro había sido quemado por mercenarios beréberes en 1031 durante la guerra civil que asoló el Califato después de la muerte del último Omeya y que marcó el comienzo del declive cultural de al-Andalus. Abd al-Samad le dijo a Amos que aquel anciano había sido el fundador de su estirpe. Amos hubiera querido seguir escuchando su historia, sin embargo, como todas las cosas en el Universo, los hechos llegan a su fin para que otros les sucedan en la espiral del Tiempo. Era hora de volver al puerto para que cada uno siguiera con sus quehaceres de la vida diaria. Amos, fascinado con su reciente amistad convidó a Abd al-Samad a que le acompañara a Walcott. Pero él se excusó amablemente. Ya tenía un plan de viaje. Un navegante le había comentado que la costa del Pacífico, especialmente California, era, por su clima, propicia para la plantación de palmeras. Había visto que los españoles habían cultivado con éxito varios ejemplares que producían unos dátiles magníficos. No sabía si, luego de vender su cargamento de dátiles a un buen precio, intentaría cruzar las tierras inexploradas de norteamérica con alguna expedición de colonos hasta llegar a las tierras mexicanas de California o si navegaría hacia los mares del sur para cruzar el Estrecho de Magallanes. Se separaron deseándose mutuamente la mejor de las vidas y suerte en sus futuras empresas.

Después de este encuentro fortuito Amos Bronson Alcott cambió su vida. Abandonó su trabajo de vendedor viajero y se dedicó a su labor de activista para promover el mensaje de la alimentación vegana. Intentó combinar las enseñanzas de Abd al-Samad con su cariño por los animales. Se preocupó por crear una nueva forma de educar, abandonando los estereotipos autoritarios en las escuelas, creó un modelo experimental basado en la conversación con los niños en lugar de las aburridas clases de la época. Junto a su esposa, Abby May Alcott y Charles Lane fundó, cerca de Harvard, ‘Las tierras de la fruta’ (Fruitlands) una comuna agraria utópica, donde aplicar las enseñanzas del huerto de Abd al Samad bin Abd al-Qaddus al-Samudí, comerciante de dátiles, su increíble amigo de un instante.