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Mi tarta de cumpleaños. Oh, my carrot cake!

¡Hola, hola! ¿Cómo estás? ¿Has visto qué receta más golosa te traigo hoy? Es que el martes que viene es mi cumpleaños y, como cada año, me toca prepararme mi propia tarta. Y, mira, este año, pues tengo receta nueva. Me encanta inventar recetas e intentar que estén lo mejor combinadas posible y que sean con productos de temporada. Y, orgánicos, of course.

Y, sí, sí, no me supone ningún problema prepararme mi propia tarta, al contrario, me encanta. Es mi manera de dar gracias al Universo por haberme traído un tal día como hoy; y mi manera de dar amor a los seres más queridos que van a compartir conmigo un día tan especial para mí. ¡Me encanta celebrar! Peeeero, como el martes voy a estar desconectada, pues ya te dejo la receta que he estado ensayando para este año.

La verdad, la verdad es que la repostería raw food tiene muy alto nivel, aunque no siempre la combinación de alimentos es la más adecuada. Generalmente, esos pasteles deliciosos que se ven por todas partes en Internet, en los libros de cocina raw food y en los diversos media son bombas de grasa con alimentos mal combinados o con exceso de variedad de frutos secos, o todas cosas a la vez. Así es, no me da ninguna pena decirlo. Si me sigues hace tiempo, pongamos que desde que este blog existe, desde 2010, sabrás que empecé a incluir muchos alimentos crudos en mi dieta de manera intuitiva junto con un cambio de estilo de vida con los que conseguí curarme de una enfermedad autoinmune que a mí me preocupaba muchísimo. Y, sí, sí, logré pararla —ni te imaginas qué alegría y qué satisfacción— y no sólo eso, sino que conseguí llegar a un estado de salud inmejorable que ni siquiera había conocido antes de esta afección.

Recuerdo las primeras semanas de mi viaje al corazón de los crudos como algo maravilloso, me sentía radiante, llena de energía, positiva, ligera… Era como si me hubiese dado un ataque de amor por toda la humanidad. Así me sentía. Era, definitivamente, una sensación de bienestar indescriptible e inesperada, y, por inesperada, doblemente bienvenida. Obviamente, mis alimentos y mi estilo de vida siguen muy parecidos a entonces, hasta mejorados, y me sigo sintiendo fantástica, pero justo aquel cambio, aquel subidón de la mejora de salud es indescriptible.

Pero, ¿sabes?, estoy segurísima que me llevó al camino de la sanación esa intuición que todos llevamos dentro y seguro que si la desarrollamos y nos hacemos caso a nosotros mismos, a nuestros síntomas y a nuestras reacciones, pondríamos muchísimas cosas en su sitio.

Por aquel entonces, en 2009, con mi dieta ya de 80% – 100% crudos que iba camino hacia dos años, no tenía ni idea de qué era el crudivorismo, ni el crudiveganismo, ni el raw food, ni la alimentación viva. Simplemente leía y leía y leía, me quería sanar a toda costa, sobre todo mientras veía con impotencia a mi padre marchitarse envuelto en un tratamiento químico muy agresivo, para curar un cáncer, que nunca funcionó. Mi pobre padre, que se acababa de juvilar y tenía mil planes para ocupar su ahora merecido tiempo libre para dedicarse a hacer las cosas que más le gustaban, sobre todo viajar y la música. Pero, en fin, ésa es otra historia.

Por aquel entonces, por donde quiera que leía, sobre todo encontraba muy interesantes los escritos con referencia a medicina ortomolecular o de alimentación anti–aging, los escritos de los biólogos y científicos contemporáneos, todos coincidían (cosa que descubrí luego que no es algo tan común) que los alimentos crudos son mucho mejores porque preservan intactos todos esos nutrientes que necesitamos para ayudar a nuestro cuerpo a mantenerse saludable. Los alimentos pueden ser bombas antienvejecimiento o pueden ser bombas proenvejecimiento; todo depende de cómo los tratemos, cultivemos, preparemos, combinemos, procesemos, preservemos.

Así que yo comía todo lo que podía en crudo, ya llevaba una dieta vegana de hacía tiempo, así que sólo me concentraba en lo vegetal que me apeteciese, a ser posible crudito. Lo que incluía por aquel entonces en mi dieta eran básicamente vegetales, mucha hoja, hortalizas y verduras y algo de fruta, setas y algas. Como alrededor del 60% de mi alimentación eran sólo hojas y verduras, y esa alimentación me hacía sentir radiante.

Dos años más tarde conocí lo que era el raw food, con sus platos bellísimos y sus sabores intensos y sus recetas no tan digestivas. Como todos, también quise probar, y no siempre me sentaban bien esas recetas tan libres que simplemente buscaban dar placer al paladar. Fue extrañísimo sentirme un poco bicho raro porque por todas partes veía esas combinaciones “Molotov” con mil ingredientes… y las sigo viendo. En fin, estuvo bien conocer esta tendencia, y estuvo aún mejor decidir saludarla desde lejos. Es cierto que algunas de estas recetas son recetas para las emociones, más que recetas para la salud. Su propia complejidad requiere de una disposición bien diferente a la hora de preparar los platos que la que acostumbraba a necesitar a la hora de preparar una ensalada sencilla y nutritiva o una crema de verduras, o una ensalada de frutas o un zumo recién exprimido. ¡Qué suerte la mía el haber llegado a alimentarme así por necesidad, por el camino sabio que supo escoger mi cuerpo y mi mente! Sabio porque no caí en los excesos y/o errores en los que veo que caen muchos —aún desorientados— que se quieren iniciar en la alimentación viva y sabio porque tampoco caí en esa extraña ansia en que muchos otros caen de querer llegar a comer crudo 100% de la noche a la mañana. Cada uno tiene su ritmo y está en un momento, si uno no puede comer 100% crudo porque su cuerpo no se lo pide, ¿por qué estresarse? ¿Porque hay otros que sí lo hacen? Esto es algo que cada vez me comunican más y más algunos seguidores de Kijimuna’s Kitchen, pero, ¿por qué preocuparse? A ver si al final con tanto forzar nos va a sentar mal lo sano, ¡ha!

Sea como sea, los frutos secos y semillas no me sentaban ni me sientan tan bien, y hoy día no pienso que sean un alimento que se tenga que incluir ni día a día, ni en grandes cantidades en nuestra dieta. De vez en cuando, bien combinados y con poquitas mezclas, okay. Pero cada día, o en grandes cantidades y combinados de cualquier manera… gracias, pero para mí, no.

Así que te preguntarás qué hago cuando me apetece un dulce, un pastel, una capricho sano. Pues, básicamente, invento alguna receta saludable y lo mejor combinada posible con alimentos que me apetecen y que estén de temporada. Para empezar, voy primero al mercado, miro, doy vueltas y escojo sólo alimentos de temporada y que estén bien maduritos y me vuelvo a casa con tres o cuatro cosas con las que jugar a a hacer algo bien rico y bien combinado, sin pesadeces y con alimentos naturales para el ser humano, a ser posible, sin grasas. Aunque tampoco nos estresemos aquí, ¿eh? Si quieres comer algo con grasitas, pues bienvenidas sean. Algo te estará queriendo decir tu cuerpo.

En todo caso, para mí las cosas son así de fáciles. Es bueno no complicarse ni la vida ni el menú, y es mejor aún crear a partir de cero, o casi cero, con los ingredientes más hermosos y bellos que tengas a tu alcance.

Y así es cómo nacen mis recetas, y así es cómo ha nacido esta riquísima y saludable tarta de cumpleaños.

Como algunos de los alimentos de esta tarta, yo también soy un fruto de otoño, de otoño tardío. Me pregunto muchas veces si es por esto por lo que la fruta y las verduras de otoño son mis favoritas. Estoy segura de que así es, o así me lo quiere parecer. Chirimoyas, caquis, cítiricos, raíces, hojas verdes, aromáticas… no importa qué, si son de otoño son mi favoritas.

Y para que disfrutemos junt@s, te dejo aquí mi tarta de cumpleaños con algunos de mis ingredientes favoritos. Yo ya sé que te va a sorprender la «nata»… Pero la tarta entera está que ni ángeles, ni querubines, ni santos del cielo, ni demonios del mar lo podrían jamás imaginar. Y, lo mejor, sin grasas añadidas y sin frutos secos. Sí, leíste bien, no hacen falta; nunca hicieron falta así que no se los vamos a poner, ¿no te parece? Y, si te animas, te invito a que la prepares el martes, y así celebramos junt@s, aunque sea en la distancia, este cumpleaños, el otoño, el invierno que va a venir, el que hayamos optado por cuidarnos, el poder estar con los seres queridos y el poder darle gracias a la vida y asombrarnos con la magia del Universo.

Carrot cake

Tiempo de preparación: 20 min Tiempo de cocción: no necesita Listo en: 20 min
Para 8 porciones

Ingredientes

Para el «bizcocho»
4 tazas de zanahoria, pelada y rallada
8 ciruelas secas, deshuesadas
1 taza de uvas pasa
1 c. sopera de agua de mar
4 c. soperas de sirope de arce o de azúcar de coco
1/2 c. pequeña de vainilla
1 c. pequeña de canela en polvo

Para la «nata»
2 chirimoyas grandes, bien maduras y carnosas
1/2 limón, el zumo

Para decorar
1/2 c. pequeña de canela en polvo
1 c. pequeña de zanahoria recién rallada
1 hojita de zanahoria

Método de preparación

Trocear las ciruelas y las pasas juntas con la ayuda de un cuchillo. Mezclar con la zanahoria rallada y el resto de los ingredientes en un procesador de alimentos y procesar hasta obtener una masa más o menos homogénea y pegajosa.

Utilizar un molde con aro desmoldable de unos 20–25 cm y colocar la masa dentro del molde presionando con los dedos hasta conseguir una masa compacta. Desmoldar. Con la ayuda de un cuchillo fino y largo, cortar la masa en dos mitades horizontales. Separar la parte superior de la tarta y reservar. Te puedes ayudar de un levantador de tartas, ahora que cocinar está tan de moda, los encuentras en muchos negocios donde venden menaje de cocina. O puedes hacer como yo, separar con la ayuda de dos espátulas grandes que utilizo para repartir la cobertura en las tartas. Aunque reconozco que se necesita un poco de habilidad y mucho cariño. Y si te parece too much, no separes las dos mitades de la tartas, simplemente cubre tu tarta con la súper «nata» que vamos a preparar.

Ahora prepararemos la «nata». Y, ¿con qué?, si no hay anacardos… Sí, cómo se abusa sin necesidad de los anacardos en la cocina cruda, ¿verdad? Bueno, pues aprovechando que es otoño, vamos a preparar una nata otoñal, ¡yeah! Corta las chirimoyas en dos mitades. Descarta la fibra del pedúnculo (sí, así se llama ese trocito de fibra en el interior de la chirimoya que es por donde colgaba del árbol la fruta), descarta las semillas y ayúdate de los dedos para limpiarlas bien de la pulpa. Es muy fácil, ya verás, a la que has hecho dos semillas, el resto es coser y cantar.

Coloca toda la pulpa de las dos chirimoyas en una batidora de vaso con el zumo de limón y bate hasta obtener una crema suave como terciopelo. ¡Ya está! ¡Nata lista! ¿Puede ser más sana? Lo dudo…

Y, bien, hora de rellenar y cubrir la tarta. La parte más delicada. Con una espátula coloca una capa gruesa de relleno de nata de chirimoya sobre la mitad interior del bizcocho y cubre con la otra mitad de bizcocho que reservaste. Con cuidado, es frágil y se puede desmenuzar. Cubre la tarta ayudándote de una espátula con el resto de nata de chirimoya y decora con un poquito de canela, zanahoria recién rallada y unas hojitas de zanahoria.

Carrot cake slice

Lista para degustar la tarta más rica que he probado, y, ya te digo, mira que he probado tartas.
¿Te animas a prepararla tú? Recuerda, el martes, a tartear; y así celebramos junt@s.

¡Bon appétit!

Cremita de raíces de otoño

En otoño es ideal acompañar nuestras comidas con caldos tibios o calentitos, hidratantes y remineralizantes, con alimentos ricos en vitaminas, minerales y fitonutrientes que ayuden a reforzar nuestro sistema inmune. De esta manera, vamos preparándonos para el invierno que vendrá.

Lo importante es pensar en nuestra cocina y nuestra despensa como en una paleta de colores, ya que todos estos nutrientes necesarios para una salud equilibrada pintan nuestros alimentos con los colores del arcoiris. Así que nada más fácil que hacer la compra pensando en los colores que vas a comer y no preocuparse tantísimo por memorizar «la lista de la compra ideal». Asegúrate que compras alimentos blancos, amarillos, naranjas, rojos, rosas, morados, violetas, azules, verdes–verdes–verdes, beige, marrones, grises, negros. Piensa en comprar mucha hoja siempre, que es muy digestiva, nutritiva, depurativa y combina con cualquier otro alimento. Y, sobre todo, no te olvides de añadir mucha verdura, vegetales, hortalizas de temporada y fruta fresca de temporada bien madura y preferiblemte local. Haz de estos alimentos la base de tu alimentación y deja que el resto sean sólo añadidos puntuales, o tus caprichos —que todos tenemos—. Procura comprar siempre de temporada y orgánico para evitar químicos de herbicidas, pesticidas y de abonos químicos. Si tus alimentos son orgánicos, lávalos sólo, no les quites la piel y procura comer las semillas —si son comestibles, se entiende que el limón, por ejemplo lo pelamos, ¿eh?—. Pero si no son orgánicos, haz justo lo contrario, ya que los químicos se acumulan en la piel y las semillas de frutas, frutos y vegetales; y evita aquéllos alimentos no orgánicos que no puedes pelar.

Ahora que es otoño, lo ideal es poner interés en las raíces que vienen cargadas de minerales, azúcares naturales, vitaminas… Pon en tu paleta zanahorias, rábanos, remolachas, nabos, chirivías… Puedes añadirlas a tus ensaladas cortadas bien finitas o ralladas o prepararte una cremita como la que te dejo hoy aquí, una cremita de remolacha tibia.

Sí, sí, tibia, tibia. Recuerda que podemos calentar nuestros alimentos hasta 38 ºC sin que les pase nada a nivel nutricional y lo ideal sería no sobrepasar nunca los 42 ºC. Si no tienes manera de medir la temperatura, utiliza tus manos para medirla. Que tus alimentos no quemen, pero que tampoco estén fríos… y, listos, nada es complicado si nos ponemos manos a la obra con cariño y dedicación.

Y, bien, aquí te dejo la receta para esta cremita que es una maravilla en el otoño. Compra la remolacha con sus hojas, señal de que es fresca, y utiliza sus hojas también que son riquísimas en nutrientes.

Sopita de raíces de otoño

Tiempo de preparación: 5 min Tiempo de cocción: no necesita Listo en: 5 min
Para 2 personas

Ingredientes

Para la cremita
3 remolachas medianas con sus hojas, lavadas y troceadas
1 manzana golden, con la piel y el corazón, troceada
2 tazas de agua filtrada, tibia
1 cm de jengibre, pelado
1 pellizquito de sal marina o del Himalaya o 1 c. sopera de tamari
1 pellizquito de pimienta negra recién molida (opcional)

Para decorar (opcional)
2 c. soperas de tamari
2 c. soperas de sirope de arce (no es crudo)
1 c. sopera de semillas de cáñamo pelado
2 hojitas de albahaca

Método de preparación

Colocar todos los ingredientes en una batidora de vaso y batir hasta obtener una crema bien suave. Servir en unos cuenquitos o platos bonitos y decorar al gusto.

¿Has visto lo sencillo que es comer bien y disfrutar? Pues ya sabes, ¡ahora te toca a tí!

¡Bon appétit!

Menú para sirenas: sopa y ensalada del mar

Hoy estoy muy ilusionada, porque, por primera vez, he invitado a alguien a participar en mi blog, este blog que hace tantos años ya que voy construyendo. Como ya te imaginarás, es alguien muy especial. Lo conocí en Barcelona hace unos meses, asistió a dos de mis talleres raw food creativo del ciclo anti-aging; venía desde Madrid y bien ilusionado con una pasión nueva que lo movía hacía un tiempo: la cocina crudivegana.  Más tarde, nos volvimos a encontrar, esta vez era yo la que viajaba a Madrid, también en dos de mis clases de cocina crudivegana (algas y postres). Hemos seguido intercambiando información desde entonces, y te aseguro que, muy pronto, Nacho Sánchez, mi  invitado de hoy, va a dar mucho que hablar en el mundo de la cocina crudivegana y vegana. Tiempo al tiempo, ya lo verás. Para que te hagas una idea de lo que nos depara el futuro —¡yeah!— te dejo un menú completo que Nacho ha preparado para todos nosotros. Tienes que preparar estos platos, son espectaculares, te lo digo yo que los he probado preparados por él mismo y son dos platos dignos de sirenas épicas y dioses del mar.

Sopa y ensalada del mar

Lo primero de todo y antes de comentar nada me gustaría agradecer a Consol esta oportunidad. Para mí significa muchísimo que la persona que más me ha enseñado sobre cocina y alimentación me dé la oportunidad de participar en este blog. Además, me parece muy bonito que maestra y alumno colaboren juntos y hagan este tipo de cosas. Es sencillamente precioso. Para mí éste es mi blog de referencia y mi nacer como cocinero está íntimamente ligado a Kijimuna’s Kitchen. De alguna manera, la influencia en mis platos está ahí y yo creo que lo estará siempre.

Cuando Consol el otro día me ofreció esta colaboración empecé a pensar qué plato podía escoger“Se trata de Kijimuna’s Kitchen”, pensaba, el plato tiene que estar bien combinado, ser muy saludable, nutritivo… Y, finalmente, me decidí por esta sopa del mar y su ensalada. Es un plato sencillo, bien combinado y los alimentos se encuentran en su forma natural, no hay que hacer nada con ellos, cero procesamiento. Las grasas en él presentes son saludables, vienen de las algas que el mar nos ofrece y su sabor es realmente rico.

De modo, que sin más dilación comparto con vosotros la receta, espero que os guste.

La receta

Antes de empezar a hacer nada debemos dejar en remojo, durante una noche, las algas. En este caso vamos a usar algas rame y algas cochayuyo y dejar que las algas y el agua hagan su labor. Es decir, que las algas transmitan al agua parte de su sabor y nutrientes. El alga cochayuyo es un alga fantástica y muy característica de la cocina de Consol. Yo, de hecho, la descubrí viéndola trabajar con ella en el máster de Ana Moreno, donde Consol es profesora. ¡Aluciné! Según terminé el máster, lo primero que hice fue comprarla. Es un alga con características similares al musgo irlandés, es espesante, la textura que aporta a las salsas es sencillamente alucinante. Pero curiosamente muy poca gente la usa en cocina. Como la propia Consol me dijo en su día, “está en nuestra mano añadirla a nuestras recetas. Es un alga que tiene mucho que aportar a la cocina vegana y crudivegana actual”. Tienes toda la información sobre ella pinchando aquí. No dejes de mirar el enlace, es interesantísimo.

Fotografía: Nane Colás

Fotografía: Nane Colás

Ingredientes para dos raciones

Para la sopa: 380 ml de agua. 1/2 de alga arame ya rehidratada. Una cucharada del caldo de arame y otra del caldo de cochayuyo. Dos cucharadas pequeñas de miso blanco. 15 ml de agua de mar. Media cucharada pequeña de fitoplancton. 25 ml de tamari. Un cuarto de cucharada pequeña de pimienta negra. Una hoja de cilantro picada (opcional). Medio champiñón laminado. Una cucharada pequeña de semillas crudas de sésamo blanco. Unas gotas de aceite de sésamo crudo. El zumo de 1/2 lima. 1/4 de tomate cortado en daditos pequeños. Unas quince tiras de cebolla morada cortada en juliana muy fina. 1/3 de calabacín espiralizado. Unos pocos dados de pimiento amarillo. 0,5–1 cm de jengibre pelado y muy picadito.

Para la ensalada: El alga arame restante, el alga cochayuyo, 3/4 partes de tomate cortado en daditos pequeños, otros pocos daditos de pimiento amarillo, 30 ml de tamari, 15 ml de aceite de sésamo crudo, una cucharada pequeña de semillas de sésamo blanco crudo, dos setas shiitake cortadas en dados grandes, 1/4 de cucharada pequeña de sal, 1/8 de cebolla cortada en juliana, media lima, 0,5–1 cm de jengibre, 100 gr de calabaza.

Lo primero es hacer el caldo de nuestra sopa crudivegana. Para ello calentaremos por debajo de los 42 ºC un cuenco de agua y añadiremos en él nuestro miso. Nunca calentaremos el agua por encima de esta temperatura, el miso es un fermento de la soja vivo y así queremos mantenerlo, con todos sus enzimas, proteínas, minerales, vitaminas, grasas… Intactos. Para esta sopa recomiendo usar miso blanco o shiro miso. A este caldo le vamos a añadir un chorrito de agua de mar, una cucharada del caldo resultante de la hidratación de cada una de las algas, arame y cochayuyo, el fitoplancton, pimienta, tamari, un poco de sésamo y el zumo de media lima.

Si lo pensamos es alucinante, el mar también es un organismo vivo y por ello, en esta sopa, tienen que estar presentes sus distintas partes, sus vegetales, esto es, sus algas, el fitoplancton y el propio agua de mar. Y tienen que estarlo vivas, incluida el agua de mar. Puedes ver una gota en el microscopio aquí. Lo único que descartamos, porque no nos interesa, es la parte animal del mar, tanto el zooplancton como las distintas especies que en sus aguas viven y que queremos que sigan haciéndolo sin nuestras intromisiones.

Pues bien ¡Ya tenemos el caldo! Ahora todo lo que nos queda es añadirle los condimentos que queramos. En este caso he elegido un poco de calabacín espiralizado crudo, tomate cortado en daditos, cebolla cortada en juliana muy finita, un poco del alga arame que hemos hidratado, pero no toda y unas láminas de champiñón. Finalmente, le pondremos unas gotas de aceite de sésamo de primera presión en frío y, si nos gusta el cilantro, también le podemos poner un poco, de hecho le dará a la sopa un punto thai que puede ser muy agradable al paladar.

Bien, como veréis, nos ha sobrado alga arame por un lado y cochayuyo por la otra, y ¡aquí no se tira nada! Entonces ¿Qué vamos a hacer con esto? Su correspondiente ensalada del mar.

Fotografía: Nane Colás

Fotografía: Nane Colás

Para ello pondremos el arame sobrante a marinar unas dos horas en tamari. Con la seta shitake haremos lo mismo, la cortaremos en finas láminas y la marinaremos en tamari otras dos horas, pero en este caso la pondremos dentro de la deshidratadora si tenemos, si no, da igual, no pasa nada, estará rica igualmente. Y todo esto lo juntaremos con el tomate cortado en daditos, sésamo, la cebolla morada en juliana y un poco de pimiento amarillo cortado en dados pequeños también. Para el aliño extraeremos el jugo de un poco de calabaza y le añadiremos unas pocas almendras activadas, el zumo de media lima y un poco de aceite de sésamo. Finalmente, le pondremos el alga cochayuyo y batiremos todo junto.

El último paso sería emplatar y finalmente, como diría nuestra Consol… ¡Bon appétit!

Sopita tardía de pepino y limón

Estamos ya a finales de noviembre y parece que este año el frío va a tardar bastante en llegar.  La verdad, muchos días incluso salgo sin chaqueta a la calle a estas alturas del año. ¡Qué increíble! Incluso se nota en las frutas y verduras, todavía parece que estemos a finales de verano, con todas las solanáceas típicas del verano grandes y hermosas como si la menor cantidad de horas de luz no fuese con ellas. Otoño cálido, el que tenemos.

Bueno, para el cuerpo es mucho mejor, pero indudablemente éste es otro de los signos del calentamiento global, sin duda.

En fin, cada uno pone su granito de arena en el día a día para no contribuir al tal calentamiento. También yo lo intento, y al final una se da cuenta de que muchas de las comodidades a las que nos quieren acostumbrar —aire acondicionado, calefacción central, entre tantas— son completamente innecesarias. La vida se vuelve más austera, pero también más sencilla y más saludable sin este tipo de comodidades poco sostenibles; y soluciones alternativas hay un montón, la verdad. Más sencillas, más low tech, pero más responsables y sostenibles.

Este verano, que viajé varias veces a Madrid para impartir clases de cocina crudivegana creativa, me encantó ver que en los locales públicos no se usa tanto aire acondicionado, sino ventiladores. Y en las terrazas en las calles, los ventiladores incorporan un sistema gracias al cual se espolvorea agua a la misma vez que aire. ¡Genial! Mucho más saludable y más sostenible que el aire acondicionado tan típico de Barcelona que ni es sostenible y para nada saludable. ¡Cuánta gente se resfría en verano o tiene problemas respiratorios en verano con estas relativamente recientes comodidades! Con lo bonitos y efectivos que son los abanicos y lo agradable que es el aire que hace correr un ventilador.

Bueno, al menos ahora, con este clima, no hace falta ni refrescarse ni calentarse aún.

Aunque, como comento arriba, el otoño, que es una época ideal para incorporar a la dieta raíces, sopitas y cremas calentitas, pues está bastante más variado en cuanto alimentos que lo habitual. Por esa parte, claro, yo feliz de la vida. Con lo que me gusta el final del verano y el inicio del otoño con sus frutos y vegetales coloridos y tan bellos.

Sin ir más lejos, hace un par de días preparé una crema con una base de pepino que quedó espectacular. En España es temporada de pepinos de mayo a octubre, ambos meses incluidos. O sea, que este noviembre ya no toca, pero como el buen clima perdura, pues hay pepinos por doquier.

Lo mejor de esta sopita de pepino es que apetece tibia, que aunque no haga frío, pues tampoco hace calor. Ya sabes, en cocina crudivegana se pueden calentar los alimentos. Se recomienda no sobrepasar los 42 ºC, aunque a partir de los 38 ºC empiezan a perder parte de sus nutrientes más sensibles como son las vitaminas, muy sensibles al calor. Así que yo siempre recomiendo esta temperatura, si nos tenemos que alimentar, pues aprovechemos al máximo las propiedades de nuestros alimentos, ¿no?

En todo caso, para hacer esta sopita tibia, lo que calenté fue el agua. El agua que consumo la filtro, generalmente le añado limón o agua de mar, con lo que se vuelve súper alcalina en un abrir y cerrar de ojos. El agua filtrada no me da ninguna pena calentarla, la verdad, ya que el agua que nos llega a casa ha sido pasteurizada para acabar con bacterias y organismos que puedan ser dañinos para nuestra salud. ¿No lo sabías? Pues sí, así es, el agua que sale de nuestros grifos en las casas está pasteurizada y la temperatura habitual de pasteurización del agua es de 70 ºC. Así que, a parte de filtrarla, es ideal vitalizarla y alcalinizarla. O, mejor aún, consumir más frutas y vegetales jugosos —como el pepino— que contienen un agua biológica de alto valor nutritivo que nos hidrata al mismo tiempo que nos nutre y que es mucho más natural y saludable que el auga canalizada. Así necesitaremos consumir menos agua corriente.

Bueno, bueno. Aquí te dejo la receta de mi sopita de pepino tardía. Una delicia tomarla tibia. Espero que te guste.

Sopita tardía de pepino y limón

Tiempo de preparación: 5 min Tiempo de cocción: no necesita Listo en: 5 min
Para 2 personas

Ingredientes

Para la sopita
2 pepinos, pelados
1 ajo, chafado y con la piel
1 limón, pelado
1 taza de agua tibia
2 c. soperas de aceite de coco, en estado líquido

Para decorar
1 c. sopera de cilantro picadito
1 c. sopera de fresones en cubitos, frescos mejor pero si no encuentras, liofilizados
1 c. sopera de pepino, en cubitos
hojitas de caléndula al gusto
6 moras blancas (mulberries)

Método de preparación

Colocar los ingredientes para la sopita en un batidora de vaso y batir hasta obtener una mezcla suave, suave como el terciopelo. Servir en dos cuencos o platos de sopa y disfrutar.

Esta sopa es una delicia, créeme, sorprenderá a cualquiera. Pero no sólo eso, también es súper alcalinizante y ligera, una maravilla para cuidarte tú y cuidar a los tuyos. Decórala bien bonita y con mucho cariño, el amor, estoy segurísima, es algo que se transmite también en la preparación y presentación de tus platos. Haz de cada comida un regalo, aunque sólo sea para tí —aunque todo es mejor siempre si es compartido con tus seres queridos—, es algo que no tiene precio.

¡Bon appétit!

Comer crudivegano en invierno y en verano

Hoy te quiero presentar un blog con un montón de información de interés sobre alimentación, salud y muchas ideas para que lleves un día a día saludable, con muchísimos crudos y una alimentación bien equilibrada.

Es el Universo de Cris, una iniciativa de Cristina Muñoz.

Además, tengo el placer haber escrito una entrada para su blog que se publicó unos días atrás. Y no lo he podido evitar, porque al final me ha acabado pareciendo una buena mini guía para un día a día crudo y vegano con éxito, así que también lo he añadido al blog de Kijimuna’s Kitchen. Así también siempre lo tendrás disponible aquí.

Pero, por favor, pasen y vean el blog de Cristina, donde encontrarás información de gran interés para empezar y continuar la dieta más saludable.

Espero que mi entrada te guste. Aquí sigue:

Hace muchos años decidí cambiar mi dieta y mi estilo de vida radicalmente.

El motivo inicial del cambio fue rotundamente ético. Viví gran parte de mi vida sin realmente preocuparme de poder encontrar el tiempo para averiguar cuál era el origen de los alimentos que llegaban a mi plato. A muchos nos pasa, simplemente estamos tan y tan ocupados en mil cosas que  pasamos por alto estas cuestiones, ni siquiera nos damos cuenta del trasfondo ético, saludable, político que se oculta detrás de nuestro plato y de nuestras opciones alimentarias cotidianas. Confiamos en los productos comestibles —que no siempre son alimentarios, por mucho que así los etiqueten— que hay en el supermercado o en el mercado: ¿cómo puede ser que alquien vaya a vender comestibles o bebestibles para el consumo humano que sean dañinos, que contengan tóxicos e incluso venenos, que nos hagan enfermar? ¿Cómo puede ser que el ser humano sea capaz de tanta crueldad simplemente para producir un quilo de carne? Un planteamiento naïv, ¿verdad? Sobre todo ahora que se están destapando tantos malos usos y malas intenciones de los grandes magnates de la industria alimentaria.

Al final, en el mejor de los casos, siempre pasa lo que tiene que pasar. Por un motivo o  por otro, los ojos se acaban abriendo y encontramos el tiempo para tomar conciencia y para escarvar en la triste realidad de las cadenas de producción alimentaria.

A muchos de nosotros nos educan queriendo hacernos creer que sin proteína animal no vamos nunca a estar sanos, o que nuestro cerebro no va a funcionar correctamente, o que nos faltará calcio si no consumimos leche durante toda la vida, que hay que “comer de todo” para estar sanos, que ésa es nuestra naturaleza, o que el cuerpo tiende a la enfermedad y que hay que medicarse y vacunarse como mínimo estacionalmente y medicarse ante cualquier pequeño síntoma o dolor de cabeza.

Qué gran decepción —y qué alegría, al mismo tiempo— descubrir que nada de eso es necesario, que  mucha de esa información que nos llega y nos quieren inculcar desde niños no responde más que a los intereses creados que benefician a unos pocos sin escrúpulos (al cargo sobre todo de la industria alimentaria y farmacéutica) y que perjudican a muchos seres vivos, el ser humano incluido, y al planeta en general.

Afortunadamente, nunca me gustó el sabor de la carne. Personalmente, encuentro una gran paz interna ante esta realidad. Aunque hay a quien le parece que la carne acompañada de muchos vegetales y condimentos es deliciosa, lo único que es delicioso es el enmascaramiento de sabor que consiguen esos condimentos ante algo que no es nuestro alimento biológico. Aunque, honestamente, a mí ese sabor me parece imposible de enmascarar, por muchos condimentos que se le añada.

Así que tuve una transición rápida y felicísima al tipo de dieta que llevo hoy día, 100% cruda y vegana. No sólo no me costó nada dejar de consumir los poquísimos productos de origen animal que consumía muy de vez en cuando por temor a tener carencias —según me habían enseñado durante tantos y tantos años—, sino que supuso para mí una gran liberación saber que mis alimentos preferidos debían ser los únicos presentes en mi dieta. De esto hace ya muchos años, y no sólo no ha empeorado mi salud, sino que ha mejorado y han incrementado mis niveles de energía.

Por otra parte, siempre me gustó prerarar mis alimentos con cariño; me apasionaba y me apasiona. Por ejemplo, en el pasado me encantaba preparar pan en invierno; más que el pan, lo que me fascinaba era todo el proceso de preparación, la cocción, el aroma del cereal recién horneado, la atmósfera de algo tradicional y casero;  o investigar en la historia de los alimentos y tradiciones en diferentes culturas, o leer sobre sus propiedades curativas y medicinales; cosas estas dos últimas que sigo haciendo aún a diario. Nunca se deja de descubrir hechos interesantísimos.

Desde 2007, de manera natural y sin proponérmelo, empecé a llevar una dieta básicamente basada en frutas y vegetales crudos y, desde hace más de cinco años, 100% basada en  frutas y vegetales crudos —excepto en alguna ocasión o compromiso social en la que tenga que comer fuera de casa, mi alimento es 100% crudo; y siempre, siempre, de origen vegetal… Es en estas ocasiones sociales donde únicamente me permito alguna excepción, eso sí, nada frito, por favor, y siempre es mejor empezar las comidas con una ensalada. Tampoco tenemos que ser tan estrictos e infexibles, ¿verdad?, al final lo que es tan bueno y saludable lo podemos convertir en un nuevo problema por una cuestión de inflexibilidad. Y, ¿por qué crudo? Por cuestiones serias de salud, había decidido hacer un cambio en mi estilo de vida y, dentro de ese cambio, vino incorporada la manera en que se preparaban los alimentos en mi dieta —que ya hacía mucho tiempo que era vegetariana estricta—. Empecé a necesitar una preparación cada vez más sencila de mis platos, cada vez más respetuosa, cada vez más nutritiva, cada vez más digestiva.

Y precisamente esta dieta tan beneficiosa no dejaba de ir acompaãda siempre por las preguntas de los curiosos, o por comentarios y expresiones de pesar de aquellos otros que aún no saben abrir los ojos y que piensan “pobrecita, no puede más que comer unas lechugas y unos tomates”.

Cuando, en el fondo, es justamente lo contrario. Los nuevos límites y elecciones de mi dieta me habían beneficiado no sólo a nivel de salud, de energía, de felidicidad, de saber que mis actos no contribuyen al sufrimiento de otros seres sintientes, de que mis actos diarios tienen un impacto menor en el medio ambiente; sino que también me ayudaron a desarrollar una sensibilidad diferente, un conciencia nueva sobre mi entorno y una creatividad sin límites que pinta de colores mi cocina, mi plato, mi día a día y el de los seres queridos que  me rodean. Y, así lo espero también de tus días, por eso creé este blog.

Según muchos me comentan, Kijimunas Kitchen es una inspiración si quieres empezar tu propio camino hacia una alimentación saludable, natural y biológica. No es fácil  cambiar los hábitos de toda una vida, ¿verdad? Bueno, a mí sí que me resultó y me resulta sencillo. El secreto radica en no complicarse mucho el día a día. Con batidos verdes (con hojas, verduras, frutas), ensaladas grandes y variadas y frutas tenemos más que suficiente para disfrutar y para cubrir nuestras necesidades nutricionales. Y, me consta también, que muchos otros proyectos similares han surgido y están surgiendo gracias a la existencia de Kijimuna’s Kitchen.

Aún así, muchos que empiezan a tomar conciencia de su alimentación, me preguntan qué es lo que como a diario, cómo me organizo el día para salir airosa y mantener mi dieta y llevar una vida urbanita más o menos ocupada y saludable.

La verdad, es muy sencillo, y depende un poco de las estaciones del año; lo mejor es siempre comer de temporada. En verano, por ejemplo, me encantan los zumos de frutas y comer fruta tal cual nos la brinda la naturaleza. Preparo muy poco mis alimentos, básicamente me apetecen ensaladas y fruta jugosa. No como cosas frías, e intento evitar siempre los congelados o los helados. Los helados y congelados no son tan saludables, por muy caseros que sean. Al congelar los alimentos, las enzimas pierden sus propiedades catabólicas, si congelamos, por ejemplo, frutas que aún no han madurado, ya jamás madurarán. Los alimentos fríos tampoco son buenos, someten a estrés a nuestro organismo, solidifican las grasas y acabamos acumulándolas y, además, son excitantes. Lo mejor, siempre, es intentar tomar los alimentos a temperatura ambiente. Y, si en invierno te parece que hace mucho frío, siempre se pueden calentar: recuerda que es a partir de los 38 ºC que los alimentos empiezan a perder sus propiedades, y a partir de los 42 ºC, aún de manera más acusada.

Otros trucos a la hora de comer crudo en invierno pueden ser calentar el plato antes de servir los alimentos, o empezar las comidas con un caldo vegetal caliente o una infusión. Cada uno tendrá sus necesidades, pero, al final, el cuerpo acaba adaptándose e incluso, como es mi caso, los alimentos o bebidas calientes o muy calientes dejan de ser agradables.

Hay dos estaciones que a mí me fascinan en cuanto a la variedad de alimentos: una es la primavera y, la otra, el otoño. En estas dos estaciones de transición conviven frutas y vegetales muy diversos y variados, son estaciones coloridas, donde la madre Naturaleza se encarga de decirnos que es el momento ideal para recargar nutrientes después de la sobriedad del invierno o antes de que lleguen los fríos.

Para mí, la mejor estación del año es el otoño, justo en el momento en el que estamos. Es una estación pintada de naranjas, rojos, azules violeta, blancos, negros, verdes, amarillos. Están todos los colores.

Así que para celebrarlo, hoy he decidido que te voy a dejar un menú diario de lo que podría ser un día de otoño para mí.

Lo importante, siempre, es empezar bien el día. La mejor manera de alcalinizar y ayudar a tu cuerpo en su detox diario es empezar con un zumo de limón tibio cuando te levantas. En mi caso, para ayudarme en mis malabares culinarios —me encanta inventar recetas y estrategias de preparación de alimentos— preparo normalmente una buena jarra de limonada concentrada que puedo guardar unos tres días en la nevera y, por las mañanas, mezclo un vaso de esta limonada con agua caliente para empezar el día. Aquí tienes la receta.

Limonada, raw & vegan

Durante la mañana, procuro no tomar nada excepto agua, o infusiones no excitantes si es invierno. Si tengo la suerte de estar en casa y siento hambre, entonces me preparo un zumo verde vegetal o, a veces, de frutas. Aunque la mayoría de las veces espero a la hora de preparar la comida y tomo un batido verde como aperitivo, cosa que me ayuda a no picar mientras preparo la comida y, además, me permite hacer una pausa entre ingesta de batido verde e ingesta de los alimentos sólidos de la comida, que generalmente es de 14h a 16h. En mi blog no vas a dejar de encontrar inspiración para preparar elixires, batidos, zumos vegetales y de frutas.

La gran fiesta de mi día a día, es la comida de media tarde. Después del aperitivo verde, el batido que explicaba, le sigue una ensalada gigante con hojas, frutas y verduras bien combinados, pero sin demasiadas mezclas que entorpezcan el trabajo de la digestión. En otoño, ésta es una de mis ensaladas favoritas. No tiene muchos secretos: endibias cortadas en tiras, granadas, manzanas cortadas en espirales, uvas negras, la hoja verde que te apetezca añadir (desde perejil a espinacas pasando por el apio y más) y aliñada con zumo de naranja y zumo de chucrut casero. No te preocupes, en mis próximos posts hablaremos de aliños y chucrut. De momento, la ensalada. Ah, y si no te cuadra que puedas comer en casa, puedes llevarte la ensalada al trabajo, es de lo más sencillo. Simplemente, guárdala en un bote de cristal o en tu tupper para llevar al trabajo y no mezcles el aliño hasta la hora de comerla, para que no se marchiten las hojas.

Ensalada de otoño con granada y uvas

Los postres y la fruta es mejor no comerlos inmediatamente después de la comida o almuerzo, sino esperar un par de horas, tiempo que le dejaremos a nuestro sistema digestivo para hacer la digestión. Es decir, los postres serán la merienda.

Pero, la verdad, a mí me encanta tomar mi postre para acabar de almorzar. Así que, también para esto tengo una solución. Ya que como mi ensalada es básicamente hojas verdes y frutas bien combinadas y poca mezcla, con una pequeña pausa de 30 minutos antes del postre tengo más que suficente para no causarme problemas o pesadez de digestión, siempre y cuando el postre siga la misma tónica que la súper ensalada. Es decir, fruta con muy pocas mezclas y todo bien combinado.

Flan de otoño

Así que espero esos 30 minutos, durante los cuales me tomo mi tiempo para preparar mi postre frutariano, como a mí me gusta llamarle. En otoño, éste que ves aquí arriba es mi favorito: flan frutariano 100% raw. ¿Cómo se prepara? Pues, ¡es demasiado fácil!

Para un súper flan que serviría a cuatro personas, necesitas seis caquis tomateros bien maduros, sin las semillas y sin la piel si no son eco. Si son eco, les puedes dejar la piel, aunque el sabor es un poco más áspero y las propiedades de tu flan más astringentes. Una vez tienes el caqui sin semillas, lo bates bien batido y lo pones en uno o varios moldes. Lo dejas en la nevera durante la noche y, al día siguiente, ya lo tienes listo para desmoldar y bien solidificado, como una gelatina. Sí, sí. Es sólo una fruta y ya está. ¿Quién dijo que comer crudivegano es complicado? Lo será sólo si tú lo quieres.

Para acabar de servir tu flan, ayúdate de una espátula fina para separar el flan de caqui de las pareces del molde e invierte sobre un plato. Se acabará de desmoldar sólo. A mí me gusta decorarlo con sirope de arce eco (lo único que no es crudo), que es muy rico en minerales, sobre todo en hierro, muy poco procesado y de índice glicémico medio y unas cuantas frutas deshidratadas al gusto; en la foto verás pasas de Málaga, higos, ciruelas, cranberries, bayas del Inca, de aronia y de manuka. No me he privado de nada, ¡ha!

Como ves, es un menú muy bajo en grasas, con lo que si te apetece más tarde hacer una maldad (que sea saludable), pues bienvenida sea. En mi caso, ahora que es invierno, me mortifico 🙂 con algún panellet de cuando en cuando. Hace ya tres años que publiqué una receta muy sanita, Panellets raw style, para que hagas estos dulces Mediterráneos de otoño; ponle sólo un poco de imaginación a la receta base y conseguirás unos dulces increíbles con los que regalarte a tí y a tus seres queridos.

Panellets

Y, después de todo esto, pues por la noche no tengo hambre, la verdad. Pero si me da una hambrecita, tomo un zumo o una sencilla ensaladita de hojas verde oscuro y vegetales (tomate, pimientos, pepinos, etc.) o un zumo de limón. Procura siempre que tu cena sea temprano, nunca después de las 21 horas, para dejar tiempo a tu organismo para hacer la digestión y prepararse correctamente para el proceso de reparación nocturna.

Esto es todo por hoy, que no es poco, ¿verdad? Pronto, alguna sorpresita más para compartir. Ah, y no te olvides que me puedes seguir en Facebook, Instagram y Twitter, donde encontrarás miles de ideas —sin exagerar— para hacer tu día a día más colorido, nutritivo, creativo, consciente, ético y saludable.

¡Bon appétit!